Contra la democracia “representativa” y corruptora
Se ha oído decir una y otra vez, aquí y allá algo así como: “Los malos triunfan porque los buenos no se meten....”
Un régimen políticamente justo exige personas justas y a la inversa, afirma C. Díaz. “Meterse en política, hacer política” sólo tiene valor cuando es por el bien de la humanidad – no cuando, simplemente se dice”
La democracia no es una sociedad de querubines tocando la cítara encima de las nubes y haciendo “pipí” angelical. Es un método de vida civilizada que no es superada por ningún tipo de régimen. Dicho de otro modo, de entre los regímenes conocidos, la democracia es la mejor; aun cuando la democracia lleve al poder a un anti demócrata.
La democracia participativa no es sólo un régimen político, sino también una forma de vida donde rige el “poder popular”, con el correspondiente derecho de todos los ciudadanos a hablar en la asamblea. Esto significa que todos somos responsables, es decir, debemos ser contralores antes, durante y después de las elecciones.
En la democracia moral participativa - ha dicho S. Núñez - un solo voto puede hacer la diferencia y permite gobernar al ganador. En la democracia moral hay que aprender a perder numéricamente si se quiere ganar moralmente algún día, el día de la verdad. Y si triunfa el adversario, el demócrata moral sigue trabajando con los medios a su alcance, estudia, colabora y con paciencia laboriosa sigue ocupándose del bien común.
La democracia moral es la organización del amor y de la ayuda mutua dice Charles Péguy y se basa en la convicción de que existen extraordinarias posibilidades en la gente ordinaria – nde ha ché; ñandé – si se llena de libertad la igualdad y de igualdad la libertad, recalca C. Díaz. Y ya sabemos, sólo es libre quien piensa, habla y actúa con la verdad.
Lograr la democracia moral es titánica tarea. Pero podríamos ensayar estos ejercicios:
- Reconocer en el movimiento o partido que somos personas con diferentes tradiciones culturales; luchar contra la disciplina ciega de los partidos que muchas veces imponen el criterio del tendotá, bancada, o equipo, por encima de la conciencia personal de sus miembros. No olvidar que la mayoría numérica no siempre es válido en ética, pues ésta se mueve en el ámbito cualitativo y aquella, en el cuantitativo; ¡ha tuichá la diferencia...!
- Desterrar la tan atesorada inmunidad-impunidad y abogar por la independencia de jueces y tribunales.
- Sepultar la “política profesional”, los honorarios escandalosamente abultados y revisar los “derechos y atribuciones” del que se postula para servir al pueblo.
Y esta utopía sólo podrá realizarse si en la democracia moral se instala una comunidad de justos. Ello significa necesariamente que, cada uno debe pulverizar primero los vicios de la injustica que uno lleva dentro de sí, sabiendo que para el justo, en este universo de injustos nada será fácil. Pero sí, es posible si se quiere....
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