¿Confusión de conceptos?
“Es curioso advertir que según los Upanishads (Libro sagrado de la India), la auténtica liberación del hombre consiste en salir del avidyá, que es la ignorancia, cegadora de la conciencia (....) y la sumerge en una especie de letargo del espíritu”, enseña Antonio Orozco Delclós en “Libertad en el pensamiento” p. 17.
Y el evangelio afirma: ¡La verdad os hará libres! Observando la indeseable conducta de muchos, cabe preguntar: ¿Puede haber dominio sobre uno mismo y sobre las cosas, si alguien no sabe qué son las cosas, qué es uno mismo? ¿Cómo puede entenderse la actitud bestiaria de quienes destrozan alumbrado público, carteles de señalización vial, juegos infantiles en las plazas públicas, entre otras “perlas”, sello inconfundible de nuestra fauna salvaje?
La libertad no es un valor absoluto y a nadie interesa si no es “para” utilizarla a favor del bien, porque me permite conseguir posteriores bienes plenos. Ser libre no sólo significa gozar de “libre albedrío”. (Libre albedrío: potestad de obrar con reflexión y elección; facultad que posee la voluntad de tomar una decisión en vez de otra), dice el diccionario Larousse.
En consecuencia, este arbitrio puede convertirnos en esclavos si elegimos saciar inferiores apetitos, incentivados por demonios que habitan nuestro interior, cuando elegimos hacer lo que no es bueno. Tal es el caso de repelentes individuos que viven sólo para molestar al semejante y dañar el medio ambiente.
Esta indeseable fauna tal vez tenga la “sensación” de libertad al introducir en su fracturada existencia y en la comunidad, su repugnante comportamiento de paria social, pero en realidad, sobrevive ahogada en el océano de su propio vómito y excrementos.
Así las cosas, no solamente esta pandilla de malnacidos son culpables del caos social, también lo son las autoridades que permiten impunemente la barbarie; sea por cobardía o por complicidad, pues el “arte” de la corrupción se baila como mínimo, entre dos.
Elegir es facultad del hombre y sólo del hombre. Pero elegir nunca fue fácil, y no lo será en el futuro. Somos hospitalarios y buenos cocheros de nuestra naturaleza caída, porque acogemos y transportamos, no pocas veces, irredimibles, nuestras debilidades, apetitos inferiores y demás vicios que nos inclinan al mal – adulterio, pokaré, mbareté, corrupción, moral de mercado, salvajismo destructor, droga y alcohol.
Sin embargo, la naturaleza caída no tiene la última palabra. Todos hemos cometido errores, algunos, trágicos. Pero somos redimibles, si queremos, pues nada es más grande que el amor y perdón del Señor Jesús. Podemos aspirar a una vida plena. San Agustín nos regala la clave: “Ama y has lo que quieras” Depende, por consiguiente, de nosotros elegir bien y vivir como hombres racionales o, convertirnos en detestables modernos monos con pantalones, con teléfono celular, gafas de sol y notebook
No hay comentarios:
Publicar un comentario