Cuenta la historia
que en el año 63 a.C. César fue elegido pontífice máximo de la
religión romana, lo que le daba derecho a residir en la residencia oficial en
la Via Sacra.
Su esposa Pompeya celebró una fiesta de la “Buena Diosa”, a la que ningún hombre tenía derecho de asistir. Sin embargo un joven patricio, Publio Clodio Pulcro, logró entrar a la casa, disfrazado de mujer, aparentemente con el propósito de seducir a Pompeya.
Fue descubierto y perseguido por profanación. César no aportó ninguna prueba contra Clodio en el juicio, y éste fue absuelto. Sin embargo, se divorció de Pompeya, diciendo:
“Mi esposa debe estar por encima de toda sospecha”. Esta cita de César ha pasado a ser famosa: “La esposa del César no solo debe ser honesta, sino también, parecerlo”.
Uno de los grandes desafíos que todo funcionario público, desde el presidente para abajo, debe enfrentar desde el primer día de su asunción al mando, es el combate a la asfixiante corrupción, una de las causas de la miseria en la cual penosamente seguimos chapoteando.
Corrupción, entre otros males, es "el abuso de poder público para robar. Corrupto es por tanto, una conducta desviada de aquel que ocupa un cargo -que es carga- en la estructura estatal. Experiencia obtenida en este "rubro" nos hace acreedores de los primeros puestos en el ranking continental.
La incoherencia entre fe y vida de muchos cristianos en cargos públicos genera modelos sociales injustos. Paraguay tiene ante sí el reto de transformar sus estructuras sociales para que sean acordes con la dignidad de la persona y sus derechos fundamentales.
Muchos, aipo "servidores
públicos" se dicen cristiano… ¿Ha mba-é pio la i porte kuera?
El divorcio entre vida y fe, provoca que en muchos ambientes estatales, por el afán de poder y gloria, se deterioren las sanas formas de convivencia, convirtiendo la gestión de la cosa pública en delitos de impunidad, narcotráfico, robos descarados, y demás etcéteras ventiladas casi diariamente por la prensa.
Todo esto lleva a diversas formas de violencia, indiferencia y desprecio del valor inviolable de la vida. Sin una referencia moral, se cae en un deseo ilimitado de riqueza y de poder, que aplasta todo y cualquier “discurso” de promesas de vivir en un mejor país, que tanto cacarean.
Nuestras autoridades, salvando honrosas excepciones, carecen de credibilidad...son despreciados y lo saben. (Muchos no caminan dos pasos sin guardaespaldas...¿qué vida es esa? ¿No debieran las autoridades gozar de respeto y afecto de su pueblo?
Un Paraguay honesto es posible. Falta que los de arriba se porten, y actúen como el César: que los funcionarios estén libres de toda sospecha, para que el pueblo recuerde y viva las lecciones de decencia y austeridad de las tanto cacarean. ¡Podemos.....si queremos!