A
veces creemos saber qué, cómo y porqué son las cosas,
al juzgar según los deseos. Y entonces somos
responsables de lo que ocurre, otras veces no.
Es decir, en el primer caso, si sabemos o creemos saber que lo que es, es y lo que no es, no es, sería inútil tratar de modificarlo solo con el pensamiento, precisamente porque las cosas son como son, sin importar creencias, pensamientos o gustos.
Ningún plan prospera si no hay buena dirección; las ideas que triunfan son las que están bien pensadas y dirigidas. Se dijo: “Está bien dar buenas respuestas, pero responder a tiempo es aún mejor. Los sabios van rumbo al cielo; los tontos, rumbo a la muerte”.
Si el gusto gobierna mis acciones, puede surgir problemas: “Si por gusto nomás digo y hago lo que quiero, el marco rector de mi conducta niega la “verdad de las cosas”, porque cada quien tiene su propia “verdad”: Su gusto.
El tonto desprecia la corrección fraterna, pero quien acepta, es prudente. Cuando el gusto se convierte en fuente de toda verdad, el terrícola sufre el endiosamiento del yo; su mente juzga la propia impresión y así, todos sus juicios le resultan verdaderos.
Tomás de Aquino da un ejemplo de fácil comprensión para ilustrar lo antedicho:
“Si el
gusto no siente sino su propia impresión, cuando alguien tiene el gusto sano y
juzga que la miel es dulce, formará un juicio verdadero; pero de igual modo,
juzgaría con “verdad” el que, por tener el gusto estragado, afirmase que la
miel es amarga, pues ambos juzgan conforme a su gusto”
Así se comprende -por ejemplo- los cotidianos atropellos a la sana convivencia humana, a los derechos del semejante y otros tantos vicios derivados de nuestra colosal chatura cívica: Porque mi gusto se impone a todo y a todos.
¿No es hora de triturar esta fabulosa orquestación de mentiras arropadas con discursos y frases hechas que inunda el imaginario colectivo? ¿No es ya momento de pensar, decir y hacer lo correcto, por encima del simple deseo?
Luego, urge conocer los tres frentes donde se desarrolla la vida humana: *En el fuero interno de la conciencia personal. *En el hogar y fuera de la propia casa. *En los ámbitos académicos, culturales y laborales.
Solo
el gusto y nada más que mi gusto, no es buena consejera, pues el irracional
gusto provoca padecimientos. El simple gusto
no es criterio válido y universal para satisfacer todos los apetitos, sí,
debe ser orientado por la brújula del “yo debo” … racional.
Deseo y gusto no siempre van de la mano, aunque a veces pueden coincidir. No es igual darse al antojo, que elegir con prudencia. Muchos deben al gusto su miseria.
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