¡Grave compromiso de padres y padrinos!
A Jesús se le da los tres títulos: Sacerdote (Heb. 4,14-16), Profeta (Lc. 24,19) y Rey (Jn. 6,15; 18,33-37), también en los Evangelios (Mt. 21,1-11) y en la inscripción sobre la cruz (Mt. 27,37-42). El Código de Derecho Canon 204 dice:
“Son fieles cristianos quienes incorporados a Cristo por el bautismo, se integran…en la función sacerdotal, profética y real de Cristo (…) son llamados a desempeñar la misión que Dios encomendó a cumplir a la Iglesia en el mundo”.
Entonces, es vital preguntarnos ¿cómo ejercemos el compromiso bautismal, libremente asumido los padres y padrinos? Y, ¿Cuál es el papel del Sacerdote?: De manera sencilla diremos que, es el nexo, unión o puente entre Ñandejara-Dios y la feligresía, su pueblo.
Y otra cuestión: ¿Qué tan buen rol de Sacerdote cumplimos como padres y padrinos? ¿Somos unión y puente entre Dios y nuestra Iglesia doméstica -ñandetupaó í? ¿Somos modelos de vida coherente para la casa y fuera de ella?.
¿Qué significa ser sacerdote, profeta y rey en la familia primero, y luego en la profesión, en la familia, en la sociedad, es decir, en el ambiente que nos toca vivir….? Veamos:
-Para Padres y Padrinos, Sacerdote significa, vivir lo que se predica: ser coherentes. Las palabras de los incoherentes carecen de valor. Un papá que enseña lo que vive es mejor educador. Con su ejemplo impide que sus hijos sean arrastrados por “ídolos pasajeros”.
Padres mentirosos, haraganes, letraditos, viciosos, prepotentes (pókaré-mbareté) gestan hijos “problemas” para la sociedad. De modo fácil decimos que el papel de Sacerdote es nexo, unión o puente entre Ñandejara y los hijos, la Iglesia familiar: “ñande tupao-í”.
-Para Padres y Padrinos, Profeta significa: Anunciar la Palabra de Dios y denunciar las Injusticias. Esto obliga conocer lo básico sobre la Biblia y doctrina católica. También debe denunciar el mal; como lo hizo Juan el Bautista. Ayuda meditar Lc. 4, 18-19.
-Para Padres y Padrinos, Rey significa: Tener señorío, servicio, autodominio, sobre el modo de pensar, decir y hacer con integridad. El niño aprende de los padres y padrinos ejemplos de buena conducta. ¿Cómo hacerlo…?
Con una familia-iglesia doméstica de valores cristianos, paternidad, oración, acción.
Hablar de familia es gran un desafío, porque nunca como hoy, se vive bajo tantas presiones: estrés laboral, inseguridad, crisis económica, violencia social, consumismo, entre otros males que afectan las relaciones interpersonales, sobre todo en la pareja.
Violencia, drogadicción, alcoholismo, prostitución a edades cada vez más pronto, hacen “hijos huérfanos”. El sociólogo Sergio Sinay, señala algunos tipos de Orfandad:
Orfandad Ética: Los hijos están privados de referencias éticas. Los padres no trasmiten valores, porque no tienen o porque los ignoran. Orfandad Afectiva: Los hijos crecen sin amor que aviven el valor como persona, que muchas veces se sustituye por cosas.
Orfandad Comunicativa: En casa no hay diálogo. Se vive juntos, no “unidos”. Orfandad Normativa: No hay reglas ni límites. Todo se permite en nombre de la “democracia, libertad y dignidad”…. Y finalmente:
- Orfandad Espiritual: Dios, es aplastado por los dioses prestigio, poder, plata y placer. Nos oprimen el fútbol mercantil e idiotizante, la TV basura y demás “ídolos pasajeros”. ¿Qué es Dios para tantas familias “cristianas” hoy?
Por lo cual, es necesario ¡disciplinar proactivamente! Disciplinar no es castigar. Es discipular, guiar, enseñar, modelar. Pero ha de evitarse dos extremos: el Permisivismo y el Autoritarismo. Se disciplina proactivamente:
1. Enseñar el respeto a los padres: El respeto del hijo a los padres es innegociable. Si un niño quiere “helado”, pero mamá se lo niega, aquel patalea, grita y se tira al suelo. Mamá cede diciendo: “bueno mba-é, un helado ko no te va hacer mal”.
¿Qué aprendió el niño?. Que si reacciona caprichosamente conseguirá todo lo que pide. Esperará que todo el mundo acceda a sus deseos y se convertirá en un “amoroso tirano” haciendo de sus padres, esclavos de sus caprichos. Fuera de su casa, niño problemón.
2. Respetar a los hijos: No se puede exigir respeto si no se respeta. No se debe violar sus conciencias pidiéndoles hacer lo que no se debe. 3. Vivir con lo estrictamente necesario. Evitar el consumo idiotizante que bombardea productos totalmente superfluos.
¿Cómo hacer para que no nos eduquen como idiotas morales? Viviendo con templanza. La templanza grita a los padres: ¡Moderen el despilfarro, tengan austeridad! Si lo hacen, los hijos aprenderán que no es más feliz quien más tiene, sino quien menos necesita.
Si no se codicia mucho, hasta las cosas más pequeñas parecerán grandes.
Recordemos a Sócrates….!cuánto es lo que no necesito y lo que necesito, cuán poco lo necesito! La familia sobria no complace demasiado en las cosas hasta sobreestimarlas, de tal modo que, si dejaran de tener alguna vez, no le quitará paz, dice Carlos Díaz.
La templanza se
manifiesta de cuatro maneras en cuanto a los bienes: en la manera de conseguirlos, de conservarlos, de acrecentarlos y
de usarlos bien. El hombre superior ama su
alma. El inferior, sus cosas.
Sólo sabe cuidar lo ajeno quien sabe poseer lo propio. Las personas sobrias cuidan los pequeños gastos, sin caer en la avaricia, por eso gastan una moneda menos de lo que ganan (actitud). Quien compra lo superfluo no tardará en vender lo necesario.
Sólo un lujo es
irreprochable: el lujo de despojarse de lo superfluo, un lujo bendito que
comienza por educar mejor los hábitos del gusto y del consumo. La templanza, por lo tanto, es
una virtud del día a día, de la vida corriente, concluye C. Díaz .
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