lunes, 27 de septiembre de 2021

CUIDAR LA PALABRA... ¡Ani ja sapukái!


Y yo les digo que en el día del juicio todos tendrán que dar cuenta de cualquier palabra inútil que hayan pronunciado”. Por tus propias palabras serás juzgado, y declarado inocente o culpable” (Mt. 12:36-37)
 

Es miserable usar palabras agresivas, hirientes, groseras…sin medir los efectos y el daño que pueden causar. “Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas”. (St. 3:5) Cuidemos nuestro interior, porque de la abundancia del corazón habla la boca (Lc 6-45) 

Gritar es torpeza emocional, falta de argumentos e ignorancia para exponerlos. Alguien dijo: “Cuando la emoción sube la inteligencia baja”. El descontrol tiene el mismo efecto de una gran extensión de bosque que arde, al arrojar una colilla de cigarrillo. 

La palabra con gritos es arma con el cual ataca el endeble. Esta debilidad fue mi tormento, de modo que estoy autorizado a opinar sobre el punto. No es mi deseo moler la mente de los lectores, solo expongo la agria experiencia de una pasada conducta egocéntrica. 

El narciso descalifica para hacerse grande cuando le sacan de “sus casillas” y se siente herido su “egoyo”, “chente sé, chente ko”; pobre imbécil. Entonces, grita por creer lograr su objetivo: imponer. Pero… hace algún tiempo decidí cambiar, disponiéndome a:

1. Escuchar, sujetando con titánico esfuerzo mi tigre interior”, para no reaccionar. Aprendí con el tiempo a parapetarme contra las calumnias o falsas insinuaciones. 

2. Doy tiempo para enfriar el enojo. Porque con ira no se piensa, se actúa mal. Así aquel me amigo aconsejó: respirá hondo y contá hasta 10…y tu tigre interior se calmará”. Y pregúntate: ¿Qué gano? si la respuesta es nada…. solo aléjate sin pelear. Y continuó: 

“No olvides: los nervios dañan la salud. El nervioso, “pire pererîcorre más riesgos de infartar. ¿Vale la pena morirte por discutir un vyrorei?...cuestionó. Luego pregunte: ¿cómo hago?....Respondió: “Sobre todo, aceptar que somos enfermos y querer sanar”.  

“Luego, reconocer nuestras debilidades y miserias; pedir perdón, perdonar y perdonarnos. Como hace Ñandejara-Dios con nosotros, cuando arrepentidos le pedimos perdón. ¿No dijo a la adúltera: “Tampoco yo te condeno; vete, y no peques más”? (Jn 8:11).

“Si creemos, Dios nos sanará. Somos sus criaturas. Con razón afirma el apóstol Pablo: ¡Bendito sea Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda consolación, que nos consuela en toda tribulación nuestra!”. (2ª. Co 1, 3-4)

La Eucaristía tiene el poder de reparar en nosotros la imagen de Cristo. Dice Ignacio de Antioquía: ¡la Eucaristía, es como antídoto para no morir! Jesús nos acompaña siempre y sufre con nosotros. Jesús no es ajeno a nuestras heridas”.

“Jesús, a todos nos acompaña cuando estamos enfermos. Cristo resucitado, mostró a los discípulos las heridas de sus manos, de su costado. De esas heridas, salió sangre y agua, fuente de gracias”. Y todo lo que ustedes, al orar, pidan con fe, lo recibirán (Mt 21,22) 

Cristo mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz, para que nosotros muramos al pecado y vivamos una vida de rectitud. Cristo fue herido para que ustedes fueran sanados. (1ª Pe 2, 24).

La titánica lucha continúa. Es verdad que todavía estoy lejos de lo que quiero…pero, por la divina misericordia…ya no soy lo que era. Solo un testimonio…nada más, nada menos.

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