miércoles, 8 de septiembre de 2021

QUIEN ESPÍA… ¡Hace el humillante papel de “pyrague”!

Los expertos dicen: “La desconfianza está muy ligada al temor y la baja autoestima. Enceguece a la persona que la padece, pues no le permite ponerse en el lugar del otro; por lo tanto, es incapaz  de  comprender las motivaciones o sentimientos del otro”. 

En otras palabras, ese tipo de gente es incapaz de confiar en los demás. Toda relación se basa en la confianza. Hoy, los matrimonios (especie en extinción) se rompen más pronto que tarde. ¿Qué hacer cuando la desconfianza acogota las relaciones? No sé. 

En caso que mi desconfianza no se base en un motivo válido, la cosa es todavía peor. El sentido común -creo- que en todos los casos (laboral, familiar, etc.), invitará a un careo frontal y sincero, poner las “cartas sobre la mesa” para buscar la solución. 

“Si sospechamos que algo está ocurriendo en el trabajo, en la iglesia, en casa… y no se dan condiciones de afrontarlas (porque el otro es incapaz de dialogar), mejor es averiguar con prudencia, el motivo que origina el desacuerdo, sobre todo, si se trata de un calumnia”. 

Antes de sufrir inútilmente, es vital que haya algún indicio que justifique mi desconfianza. Así, debemos interrogarnos honestamente: ¿Me da suficiente motivos que justifiquen enojos o celos? ¿Realmente se notan grandes cambios en la conducta de otros para preocuparme? 

Si la respuesta es no, entonces la persona enferma soy Yo. Cualquier comentario sobre el punto, será derroche de consideración, asegura la psicóloga Mila Cahue. Si la relación es honesta y sincera, y la comunicación es buena, es inútil espiar. 

Cuando hay una crisis, hay que hablar de ello, para despejar dudas y malquerencias. “Deja tu ofrenda allí mismo delante del altar y ve primero a ponerte  en paz con tu hermano. Entonces podrás volver al altar y presentar tu ofrenda” (Mt 5:24) 

“Si confiamos en el compañero de trabajo, de curso o de nuestra pareja, la respuesta que nos dé nos calmará. Hablar es mucho mejor que dedicarse al espionaje,  a ser “pyrague”. 

“Ser desconfiado triplica la probabilidad de sufrir demencia. Mantén cautela en cualquier relación, cualquiera esta sea, de amistad, de trabajo, de negocios, o la que sea. Pero no vivas desconfiando”. 

La desconfianza te mantiene atado al miedo de que el otro no haga lo que uno cree que debe. De ahora en adelante, “relaciónate con fe”, abre tu vida con transparencia, pero no olvides la cautela, la misma que tiene un felino para sobrevivir, dice Alejandro Zavala . 

Lo curioso es que, hay terrícolas que se creen con el derecho a controlar a sus cónyuges. ¿Por qué alguien se toma la libertad de curiosear la cartera, la billetera, los correos, los bolsillos o el teléfono ajeno? 

Sabido es que estos “actos policiacos” dañan cualquier tipo de relaciones humanas…y causan un tambaleo que dinamita la confianza. Hace falta comprender que ningún ser humano está destinado a ser propiedad de nadie. 

Una canción narra la sensación de poseer a la persona como si fuera cosa. Dice así: “Para que sepan todos, a quién tu perteneces, con sangre de mis venas, te marcaré la frente, para que te respeten aún, con la mirada, y sepan que tú eres mi propiedad privada

Dios es el único Dueño y Señor de la vida. Fuimos creados a imagen y semejanza de Dios. Así las cosas, cualquier argumento en contra, aunque sea del más lúcido intelectual, nunca será legítimo, ni merecedor de estudio. ¡Entendéa Goyín...aní nde vyro! 

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