lunes, 31 de mayo de 2021

¡AHÁTA AJU…JAJOTOPÁTA!

“Voy a venir…nos encontramos”

“Aháta aju…oîma…jajotopáta”… promesas que poco se cumplen. Y nada digamos de la famosa “hora paraguaya” que es parte de nuestra cultura, porque cuando fijamos el encuentro las 08hs, aparecen a las 09:00 inventando cualquier cosa, para justificarse. 

El “Aháta aju; oîma; jajotopáta, significa que las más de las veces no llegará a hora o no vendrá…y si avisa, ¡okyne voi tortilla mba-é! “Es que nohotro ko así nomá loo somo”. 

Ya no sorprende el modo “normal” con que algunos incumplen sus promesas. Parece que la vida es una joda: se promete cualquiera cosa, sin saber o sabiendo que no honrará su compromiso, si total: “ñande ko upeichante voi py”. 

Los abuelos cuentan que hubo tiempos en que la promesa era un gran compromiso. No era necesario documento alguno. La palabra seguida de un apretón de manos, era sagrada. 

Tengamos presente la desilusión de quien confía en una promesa incumplida, así como el enojo que sentimos cuando nos engañan. Decía Francisco de Quevedo: “Nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir”. 

Nadie es realmente importante por poseer muchas cosas. Todo lo contrario, los actos y la palabra nos definen como personas. ¿Cuántos creyendo poseer cosas…acaban siendo poseídos por sus bienes…siendo una cosa más entre tantas cosas? 

La autoridad moral nadie puede quitarnos, pero la perdemos al mentir, sabiendo que no podemos cumplir o cuando prometemos al engañar para lograr algún beneficio. 

“El padre de ustedes es el diablo; ustedes le pertenecen, y tratan de hacer lo que él quiere. El diablo ha sido un asesino desde el principio (…) Nunca dice la verdad. Cuando dice mentiras, habla como lo que es; porque es mentiroso y es el padre de la mentira. (Jn 8,44). 

Nadie tiene derecho a indignarse ante la hora paraguaya. Que se llegue tarde… no es un rasgo deliberado de descortesía. Ni un insulto. Ni siquiera un olvido involuntario. Simplemente, los horarios implacables no pertenecen a nuestra cultura”…alguien dijo. 

La desatención a esta “hora paraguaya” suele ser desesperación de los diplomáticos, cuya logística está preparada para atender recepciones dentro de tiempos establecidos. 

Pero, que Nadie tiene derecho a indignarse ante la hora paraguaya no es verdad. Hace falta recuperar el valor de la palabra, porque ella es garantía de nuestra honestidad. Es lo que realmente importa. 

Es vital que vuelvan a confiar en nuestra palabra, que sea válida, que la promesa sea una garantía para el otro, que seamos personas serias, que no prometamos en vano…“ani ña ñeemba reì”. 

Aunque cuesta, vale la pena ser honrado. Es una cualidad de oro, porque indica que uno es digno de confianza. La persona honrada no roba, no miente, no engaña, no traiciona. 

Siempre están listos a decir mentiras como si dispararan flechas con un arco. En el país reina la mentira, no la verdad; han ido de mal en peor, y el Señor mismo afirma: “No querían reconocerme”. (Jeremías 9,2) ¡Se puede si se quiere!

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