¡No busquemos cónyuge, familia o amigos sin defectos!
Aun así, no pocos -al parecer- nos consideramos perfectos, inmaculados. Criticamos sin piedad, vemos en los otros vicios. Resultado: desprestigiamos, infectamos odio, opinamos y juzgamos.
Pero nos cuesta admitir que también somos protagonistas de los hechos que criticamos. Es que ¿nuestra actitud es siempre la correcta? ¿Nuestros actos, dichos y pensamientos, son siempre conforme a la moral y a las buenas costumbres?
Todos somos iguales en dignidad porque: a) Todos tenemos un mismo origen; b) Todos tenemos la misma naturaleza; c) Todos teneos la misma vocación y c) Todos tenemos un mismo destino. Así hayamos nacido en un basureo o en cuna de oro. En estas 4 verdades se cimenta la dignidad humana.
Pero, somos diferentes en nuestro actuar: pensamos, actuamos por ser educados de distintos modos; tenemos distintos gustos y preferencias, distinto color de piel, rasgos físicos, diferentes culturas…
Así, todo ser humano -es persona, única e irrepetible-, es sujeto de respeto. Toda persona merece respeto. Pero, no toda idea es respetable... ¿Cómo dices?... ¡E á na che memby....cómo pio lo que no entendés loo!... ¿Es acaso respetable la idea de abortar-matar a tu bebé, aunque la ley lo permita?
Es hora de cambiar, si queremos transformar lo malo. No basta con pontificar y ver pasar los días sin actuar. Debemos tomar conciencia de la realidad y por fin, aportar beneficios, ha ani ña ñeémba-rei.
Entonces -utilizo expresiones de Alfonso Milagro- no busques cónyuge, familia o amigos sin defectos, porque te quedarás sin ellos; pero tampoco solo busques defectos en ellos, porque poco a poco te quedarás solo.
No ames a tu cónyuge, familia o amigos por no tener defectos; ámalos a pesar de sus defectos; y, si quieres, ámalos precisamente por sus defectos, por cuanto el hecho de que tengan defectos quiere decir que son más humanos.
No exijas a tu cónyuge, familia o amigos que sean mejores que vos; si lo son, agradece y aprovecha sus ejemplos y su sana influencia; si no lo son, respétalos y ofréceles tu ayuda para que mejoren; con paciencia, comprensión y sumo respeto a la personalidad de ellos.
No pretendas cambiar a tu cónyuge, familia o amigos; déjalos que sean como Dios los hizo; y no te preocupes si no sos como ellos; también vos tenés derecho de ser como Dios te hizo; eso sí, debo ser “como Dios me hizo” y no como me hizo la soberbia y el pokarê.
En cuanto al amigo: “El amigo fiel es seguro refugio; el que encuentra un amigo ha encontrado un tesoro. El amigo fiel no tiene precio; no hay peso que mida su valor. El amigo fiel es remedio de vida. Los que temen al Señor le encontrarán” (Ecli, 6, 14-16).
Recordemos entonces que, nadie es perfecto. “Sin embargo, sigo adelante esperando alcanzar aquello para lo cual Cristo Jesús me alcanzó a mí”. (Fil 3: 12). Y “Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que (haga el bien y nunca peque”. (Eclesiastés 7:20).
Mi grupo de amigos es algo que debo conservar, porque lo necesitamos ellos y yo. “Nadie es perfecto”. ¡No busquemos cónyuge, familia o amigos sin defectos!...¡QUE ASÍ SEA!
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