“El, 85 %
de los pensamientos tienen origen en nuestra mente inconsciente y usamos
el pensamiento consciente principalmente como una forma de racionalizar decisiones”.
No pocas veces ¡Funcionamos por emociones, no por
la razón! ...afirman los expertos.
“Las sensaciones que experimentamos en nuestro cuerpo al estar enojados van desde el aceleramiento de las pulsaciones, las ganas de llorar, el temblor en las manos, el dolor de cabeza, hasta el impulso de querer golpear o arrojar cosas con fuerza”.
A nadie le gusta sentirse de este modo, pero el sentimiento de rabia llega a nuestras vidas desde que tenemos pocos días de vida, nos irritamos con facilidad y naturalmente tenemos que expresarlo de algún modo.
¿Cómo controlar las emociones? Nory Camargo apunta unas claves que pueden ayudar a pasar del enojo a la calma. Todos escuchamos a algún amigo o familiar que dice “así soy yo y no voy a cambiar” o quizá nosotros somos el autor de esta frase.
Pero hay una buena noticia: tenemos la capacidad de cambiar, no por completo, pero sí podemos tomar la decisión de cambiar aspectos de nuestro carácter con los que no nos sintamos a gusto.
Personalidad es conjunto de sentimientos, actitudes y pensamientos que nos caracteriza desde que nacemos, un tipo que hace nuestro comportamiento predecible y nos define a la hora de relacionarnos con otros.
Mientras que el carácter hace al modo de reaccionar frente a determinada situación, por eso es casi “moldeable”, porque...nada es imposible para Dios, si a Él recurrimos. Ej. Cuando estás enojado con alguien, gritas y dices lo primero que se te pasa por la cabeza.
Si querés cambiar este modo de ser, podrías optar por guardar silencio mientras la otra persona habla, pide otro momento para discutir con calma y retirarte para pensar mejor.
Parece muy fácil
pero requiere de gran fuerza y voluntad. El enojo es un sentimiento del que
nadie escapa y aunque haya temperamentos más fuertes que otras, estamos
expuestos a un sinfín de cosas que ponen a prueba nuestro carácter.
Es importante pensar; el modo de relacionarnos con los demás, cómo hablamos, el tono y palabras que usamos, qué dice nuestro lenguaje corporal cuando otros piden discutir algún tema o qué actitud adoptamos cuando vemos que otros están enojados.
Si sos alguien que explota con facilidad: Atajá las ganas de hablar, no dejes que las ideas hirientes que te carcome el cerebro salgan de tu boca. Pide a la persona con quien discutes, otro momento para hablar con más calma.
-Respira hondo, ve a un lugar para reflexionar: respirar hondo cuando estás airado, puede funcionar cuando te apartas
de la situación y repasas las ideas que te “torturan”.
-Evita que las discusiones lleguen a su punto máximo: sé inteligente, supera a tu rabia y toma la delantera y pide un momento
para hablar en algún lugar cómodo y tranquilo.
-Llora: algunos usan el llanto como canal de la ira y puede ser muy efectivo, al dejar que la rabia salga a través del llanto. Luego, te sentirás más tranquilo y confiado para hablar.
Dijo Francisco “La paciencia no es resignación, es dialogo con los propios límites”. ¡Qué razón tiene el Papa su dicho!; a veces relacionamos este don con la debilidad, cuando en realidad es de valientes.
Recordemos entonces que somos dueños de nuestras emociones y dueños de tomar la decisión de corregir y cultivar las virtudes necesarias que nos permitan, no ser perfectos, pero sí mejores seres humanos. Siempre se puede si se quiere…con la ayuda divina.
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