EL PRIMER CRIMEN DE LA HISTORIA
Por historia conocemos que los primeros
hombres no supieron vivir en el mundo donde fueron colocados. Hoy tampoco
sabemos vivir en este complejo mundo posmoderno.
Desde el inicio de este “valle de
lágrimas”, el terrícola recibió el don de habla, lenguaje. Adán puso nombres a
los animales. Hablaba con Eva y con Dios. También Caín y Abel conversaban, como
hermanos que eran, hasta que un día la envidia, se instaló en el corazón de
Caín, y mató a su hermano.
Así, acabaron las primeras relaciones
humanas y fraternas. La sangre del primer hermano muerto marcó las primeras
relaciones humanas brutales. ¡Y la historia se repite!
La primera ciudad del mundo, la que se
dieron las primeras relaciones sociales (públicas), fue fundada por Caín, un
hombre marcado por Dios, porque cometió con sus propias manos el primer
homicidio (fratricidio) y, entonces, la tierra se manchó con la primera sangre
humana. ¡Y la historia se repite!
Cuántas comunidades no se miran como
amigas y destrozan todo relacionamiento; no se pasan las manos; no dialogan. Se
enfrentan en guerras inútiles, como fueron todas las guerras, que destruyen
relaciones de amistad y comprensión. ¡Y la historia se repite!
Si la gente habla cara a cara, mirándose
al rostro, generalmente son sinceras. Quién desvía la mirada de su
interlocutor, se cree que, en general, tiene mucho que esconder, o porque no es
sinceras. ¡Y la historia se repite!
Tal inicio de su vida en la tierra, el
hombre aprendió a dominar a los animales para, luego, con el auxilio de los
mismos, pudieron dominar también la agricultura.
Hoy el hombre domina la tierra, los
animales y la técnica; y sin embargo, tiene dificultades para dominarse a sí
mismo, vencer su egoísmo.
También olvida y su relacionamiento con
sus semejantes y su precioso relacionamiento con Dios.
Los problemas muchas veces rodean, y envuelven al hombre.
Si el hombre no pierde la fe en su destino ni la confianza en su trabajo, en esos
momentos se gana admiración, simpatía y amistad de los que lo rodean. Estamos
realmente delante de un hombre que sabe y merece vencer.
Cuando un hombre irradia confianza en sí
mismo y se vuelve digno de confianza, prepara la base de las buenas relaciones
humanas, pues nadie quiere relacionarse con alguien en quien no pueda confiar.
Ojalá pudiéramos vivir mejores
relaciones humanas. ¡Podemos... si queremos!
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