Enseña Jorge Loring en su libro “Para
Salvarte”, que “el pudor protege la propia intimidad, porque es propio de la
persona humana. Los animales no tienen pudor, por eso hacen en público sus
funciones más íntimas”
Esta protección de la intimidad se
expresa en tres cosas: vivienda, vestido y lenguaje. En la casa se invita a un
amigo, no a cualquier persona, pues la casa es un lugar íntimo.
El pudor también se expresa en la forma
de vestir, ya que el vestido cubre las
partes más íntimas, que no se comparten “todo el mundo”.
La modernidad y el estado light, hace
rato desechó este aspecto. Hoy cuando menos se cubre, es cuanto más se está en
la “onda”. Hoy, el pudor ya “era”; “o manó”.
“Ofrecer a la mirada ajena partes
íntimas del cuerpo supone dejarse poseer…lo más íntimo. Toda exhibición es un
acto de entrega. Mostrarse en público se parece a la prostitución”.
Eso es lo que ocurre aquí y allá, por
izquierda y por derecha, en la escuela, en la calle, en el parque o en el
templo.
Otro ámbito del pudor es el lenguaje. En
el arte de expresar intimidades no se
hace para “todo el mundo”. Pero ahora el lenguaje es tan demostrativo,
“democrático” y soez, que en las redes sociales, hasta la hora y modo de
realizar las necesidades biológicas más íntimas, se vuelve alegre noticia.
Pregunté por curiosidad a varios
adolescentes qué significa el término pudor: no contestaron. Me quedó la duda:
¿conocen?... y si conocen…quizá sea tan importante como rascarse la nariz un
domingo…
No es posible hablar y mucho menos
comprender el sentido del pudor cuando nenitas de apenas dos o tres años ya son
vestidas por sus mamis con atuendos propios de cualquier modelo en pasarela.
Agregado con exuberante maquillaje y
coloretes por doquier. ¡Es que es tan chúlina loo la nena!, será la
expresión cándidamente estúpida de tal modernísima mami. La falta de pudor
también contamina las calurientas canciones cuyas letras son ni más ni menos,
verdaderos cultos a la pornografía escrita.
Los actos íntimos del pasado, hoy se
exhiben y cultuan cantando y bailando con el ropaje de arte, cultura y elevado
sentido de buen gusto, cuando realmente, no son sino, mensajes invitatorios
para el acto perril o perruno, a
cualquier hora y lugar, con quien sea y donde sea.
Entonces vitoreamos la costumbre sodomítico-gorromina
como si fuera el mayor timbre de gloria. ¡Y nada pasa!... “porque así loo ko ya
es la modernidad…ya no podemos andar en el viejazo”.
“A diario, por falta de control de las
autoridades y también de los padres, miles de niños se ven expuestos a ofertas
tales como las líneas calientes y juegos sexuales, programas
de televisión que se transmiten temprano y que contienen escenas de sexo
que, aunque no son explícitas, sí insinúan esa situación”, señala el
neuropsiquiatra ecuatoriano Pedro Posligua.
Este fácil acceso a esas ofertas, que
muchas veces incluye pornografía, puede distorsionar la futura
visión de la sexualidad en los niños y llevarlos a conductas inadecuadas
que los afectarán por el resto de sus vidas.
A porandú mínte ko: ¿En cuántos
hogares que se tienen por “decentes” hay revistas de desnudos y te tienen como programas de “entretenimiento” la
televisión que ayuda a reforzar – en
vez de combatir- la sexualización inadecuada y precoz de los niños?
Si papá y mamá
no cuidan con celo y pudor a los hijos, la perversa y diabólica ideología
de género, junto a una escuela anarcisada y un Estado incompetente, se
encargarán de destruirlos.
Por tanto, señores
padres, no lloremos más tarde como rebaños, lo que hoy no supimos defender como
personas responsables y solidarias. Actuemos aquí y ahora con convicción y
carácter personal maduro, en defensa de lo mejor que la vida nos dio: nuestros
hijos.
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