¡PODRIDOS EN SU INTERIOR!
“Sepulcros blanqueados” es una
metáfora que emplea Jesús en el Evangelio de San Mateo para comparar a los
fariseos con tumbas relucientes por fuera, pero llenos de podredumbre
repugnante en su interior. El error básico: dicen y no hacen.
Esta metáfora se utiliza para calificar
a alguien de hipócrita, incoherente con sus ideas, alguien que predica lo bueno
y hace lo contrario. “Sepulcro blanqueado” es sinónimo de
ocultamiento de la corrupción. Cristo ilustra
con este ejemplo que los escribas y fariseos parecían rectos externamente, pero
en el interior estaban “llenos de hipocresía y maldad”. (Mt 23:27, 28.)
“En aquel tiempo, Jesús habló a las
multitudes y a sus discípulos, diciendo: "En la cátedra de Moisés se han
sentado los escribas y los fariseos. Hagan, pues, todo lo que les digan, pero
no imiten sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra. Hacen fardos muy
pesados y difíciles de llevar y los echan sobre las espaldas de los hombres,
pero ellos ni con el dedo los quieren mover. Todo lo hacen para que los vea la
gente.
Ensanchan las filacterias y las franjas del manto; les agrada ocupar
los primeros lugares en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas;
les gusta que los saluden en las plazas y que la gente los llame 'maestros'.
Ustedes, en cambio, no dejen que los llamen 'maestros', porque no
tienen más que un Maestro, y todos ustedes son hermanos. A ningún hombre sobre
la tierra lo llamen 'padre', porque el Padre de ustedes es sólo el Padre
celestial. No se dejen llamar 'guías', porque el guía de ustedes es solamente
Cristo. Que el mayor de entre ustedes sea su servidor, porque el que se
enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido". (Mt. 23,
1-12).
Jesús hace ver la incoherencia entre decir
y hacer.
Pero, a pesar de todo, reconoce la autoridad y el conocimiento de los escribas. Están sentados en la cátedra de
Moisés. Por esto, hagan todo lo que les digan. Pero no imiten su conducta, porque dicen y no hacen.
Los escribas y fariseos conocían bien
las leyes, pero no practicaban, ni usaban su conocimiento para ayudar a la
gente. Hacían todo para ser vistos y elogiados, usaban túnicas especiales para
la oración, les gustaba ocupar sitios importantes y ser saludados en la plaza
pública. Querían ser llamados ¡“Maestro”¡ Representaban una clase de posición
social superior y privilegiada en relación a los demás.
¿Cómo combatir esta incoherencia? Todos
los trabajos y responsabilidades de la vida en común deben ser asumidos como un
servicio: El mayor entre ustedes se haga servidor. A nadie hay que llamar
maestro, ni padre, ni guía si con estos títulos agrandamos las diferencias
entre hermanos. La realidad es que todos somos iguales ante Dios. El que se
ensalce será humillado, y el que se humille será ensalzado.
Lo que importa es que se tenga en cuenta
el motivo que llevó a Jesús a prohibir el uso de estos títulos. Si son usados
para que una persona se afirme en una posición de autoridad y de poder, de
vanidad y egoísmo… son mal usados y esta persona se merece la crítica de Jesús.
Si son usados para alimentar la fraternidad y el servicio y para profundizar en
ellos, no son criticados por Jesús.
Todo esto nos puede llevar a plantearnos
preguntas como éstas: ¿Cuáles son las motivaciones que tengo para vivir y
trabajar en la Iglesia, en la comunidad, en mi trabajo? ¿Cuál es mi actitud?
¿Servicio, amor o presunción, dominación? ¿Cómo la comunidad, mis amigos,
familiares, compañeros me ayudan a corregir y mejorar mis motivaciones?
«Decía san Francisco a sus hermanos:
Predicad siempre el Evangelio y, si fuera necesario, también con las palabras.
No hay testimonio sin una vida coherente. Hoy no se necesita tanto maestros,
sino testigos valientes, convencidos y convincentes, testigos que no se
avergüencen del Nombre de Cristo y de su Cruz ni ante leones rugientes ni ante
las potencias de este mundo.» (Homilía de S.S. Francisco, 29 de junio de 2015).
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