lunes, 8 de agosto de 2016

SAN ANTONIO DE PADUA

ALGUNAS  CURIOSIDADES…


No se llamaba Antonio, no nació en Padua ni era italiano. Nació en Lisboa, Portugal, en 1195. Se llamaba Fernando de Bulloes y Taveira de Azevedo. A los 25 años adoptó el nombre de Antonio cuando se hizo franciscano.

El corazón del avaro. En Florencia, gran región de Italia, Antonio se encontraba predicando, se estaban celebrando solemnemente, como sucede en estos casos, las exequias de un hombre muy rico. Al funeral estaba presente nuestro San Antonio, que, movido por una inspiración impetuosa, se puso a gritar que el muerto no tenía que ser enterrado en un sitio consagrado, sino a lo largo de las murallas de la ciudad, como un perro.

Y esto porque su alma estaba condenada al infierno, y aquel cadáver no tenía corazón, como había dicho el Señor según el santo evangelista Lucas: Donde está tu tesoro, allí está también tu corazón (Lc 6,21) Ante esta exhortación, como es natural, todos se quedaron estupefactos y dio lugar a un encendido cambio de opiniones.

Al final se abrió el pecho del difunto. Y no se encontró su corazón que, según las predicciones del Santo, fue encontrado en la caja fuerte donde conservaba su dinero. Delante de tal prodigio bastantes avaros y usureros se convirtieron y trataron de alejarse del mal. No busques las riquezas que vuelven al hombre esclavo y lo ponen en peligro de condenarse, sino la virtud, la única aceptada por Dios.

Por dicho motivo, la ciudadanía alabó con entusiasmo a Dios y a su Santo. Y aquel muerto no fue enterrado en el mausoleo que se le había preparado, sino llevado como un asno a la muralla y allí enterrado. Antonio sacrificaba todo por Dios para llevar a él las almas que se convertían también gracias a los milagros concedidos por Dios.

La mula. En Rímini hubo una disputa entre Antonio y un hereje, sobre el sacramento de la Eucaristía; su real presencia. El hereje, llamado Bonvillo, lanza el desafío a Antonio afirmando: “Si tú, Antonio, lograrás probar con un milagro que en la Comunión de los creyentes está el cuerpo de Cristo, yo renuncio cada herejía y someteré sin demora mi cabeza a la fe católica”.

Antonio acepta el desafío convencido de conseguir de Dios la conversión del hereje. Entonces Bonfillo, invitando con la mano a callarse dijo: Yo tendré encerrada mi mula por tres días privándola de la comida. Los tres días pasados, la sacaré ante la presencia del pueblo, le enseñaré el forraje listo.

Tú mientras tanto estarás por el otro lado con aquello que afirmas ser el cuerpo de Cristo. Si el animal incluso hambriento rechazara el forraje y adorará tu Dios yo creeré sinceramente en la fe de la Iglesia. Antonio rezó y ayunó por todos los tres días. En el día establecido, la plaza estaba repleta de gente, todos en espera de ver cómo iba a acabar.

Antonio celebró la misa delante de la muchedumbre numerosa y luego con suma reverencia lleva el cuerpo de Dios ante la mula hambrienta que fue llevada en la plaza. Al mismo tiempo Bonfillo le enseñó el forraje.

Finalmente, imponiendo el silencio, el hombre de Dios con mucha fe ordenó al animal: "En virtud y en nombre del Creador, que yo, por indigno que sea, tengo de verdad entre mis manos, te digo oh animal, y te ordeno que te acerques rápidamente con humildad y le presentes la debida veneración, para que los malvados herejes comprendan de este gesto claramente que todas las criaturas están sujetas a su Creador, tenido entre las manos por la dignidad sacerdotal en el altar".

El siervo de Dios ni siquiera había acabado estas palabras, cuando el animal, dejando a un lado el forraje, inclinándose y bajando la cabeza, se acercó arrodillándose delante del sacramento del cuerpo de Cristo. Una gran alegría contagió a los fieles y católicos, tristeza y humillación a los herejes y a los no creyentes. Dios fue loado y bendecido, la fe católica exaltada y enaltecida.

El mencionado hereje, abjuró de su doctrina en presencia de toda la gente, y a partir de aquel momento prestó leal obediencia a los preceptos de la santa Iglesia. Ciertamente, lo ocurrido es un hecho que no depende ni de mi creencia o mi gusto. (Fuente: Catholic.net).



No hay comentarios:

Publicar un comentario