jueves, 18 de agosto de 2016

LA FIESTA ESTÁ PREPARADA, PERO….

LOS INVITADOS RECHAZARON…

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Tomando Jesús de nuevo la palabra les habló en parábolas, diciendo: «El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo.


Envió sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero no quisieron venir. Envió todavía otros siervos, con este encargo: Digan a los invitados: "Mi banquete está preparado, se han matado ya mis novillos y animales cebados, y todo está a punto; vengan a la boda."

Pero ellos, sin hacer caso, se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio; y los demás agarraron a los siervos, los maltrataron y los mataron. El rey se enojó y, enviando sus tropas, dio muerte a aquellos homicidas y prendió fuego a su ciudad. Entonces dice a sus siervos: "La boda está preparada, pero los invitados no eran dignos. Vayan a los cruces de los caminos e inviten a la boda a cuantos encuentren".

Los siervos salieron a los caminos, reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas se llenó de gente. «Entró el rey a ver a los comensales, y al notar que había allí uno que no tenía traje de boda, le dice: "Amigo, ¿cómo entraste sin traje de boda?" El se quedó callado. Entonces el rey dijo a los sirvientes: "Átenlo de pies y manos, y échenlo a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes." Porque muchos son llamados, y pocos escogidos». (Mateo 22, 1-14).

Preguntas: ¿cómo es posible rechazar la invitación a una fiesta donde sobra vino, música y buen ambiente? ¿Hoy alguien rechazaría una oferta tan especial? Peor todavía: Algunos manifestaron indiferencia.  Estaban más interesados en sus propios negocios.  Otros reaccionaron con violencia y hasta persiguieron a los siervos de Dios.  

Claro está que la parábola alude a esta verdad: todos estamos invitados – buenos y malos - a participar del gran banquete que celebrará en el cielo. Pero hace falta cumplir una condición: Vestirse adecuadamente. ¿Por qué es importante este requisito? Vestir el traje significa estar en gracia, es decir, estar en amistad con el Señor Jesús.

Ello significa la necesidad de revestirse de Cristo (Gal. 3:26, 27). Esto se hace por medio de una fe obediente a sus enseñanzas. Dejar el hombre viejo y nacer de nuevo con un vestido apropiado para el reino de Dios. Es la vida de gracia, conservar su amistad, rechazando malas acciones: robos, adulterio, mentiras, compañías perjudiciales, ofensas, calumnias, etc.

Es obvio que Jesús no puede habitar en un lugar en donde no tiene amigos, y tampoco nosotros deberíamos atrevernos a presentarnos a la boda que Él organiza cuando no honramos su amistad y misericordia.

Nadie ignora que es harto difícil conservar la amistad con Cristo, porque tal condición supone remar contracorriente, esforzándonos por ser cada día mejores amigos de Él: siendo mejores padres, hijos, profesionales, vecinos, autoridades…, es decir, siendo mejores personas, honestas y con profundo sentimientos de ver en los demás a “otro”, tan igual o mejor que yo. ¡Qué desafío hermano


Esto es posible solo por gracia. Depende de cada uno aceptar la invitación u optar libremente por la eterna desgracia. Juan Pablo II había dicho: «La mentalidad contemporánea, quizás en mayor medida que la del hombre del pasado, parece oponerse al Dios de la misericordia y tiende además a orillar de la vida y arrancar del corazón humano la idea misma de la misericordia.
La palabra y el concepto de misericordia parecen producir una cierta desazón en el hombre, quien, gracias a los adelantos tan enormes de la ciencia y de la técnica, como nunca fueron conocidos antes en la historia, se ha hecho dueño y ha dominado la tierra mucho más que en el pasado” (cfr. Gn 1,28).

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