LOS INVITADOS RECHAZARON…
Tomando Jesús de nuevo la palabra
les habló en parábolas, diciendo: «El Reino de los Cielos es semejante a un rey
que celebró el banquete de bodas de su hijo.
Envió sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero no quisieron venir. Envió todavía otros siervos, con este encargo: Digan a los invitados: "Mi banquete está preparado, se han matado ya mis novillos y animales cebados, y todo está a punto; vengan a la boda."
Pero ellos, sin hacer caso, se
fueron el uno a su campo, el otro a su negocio; y los demás agarraron a los
siervos, los maltrataron y los mataron. El rey se enojó y, enviando sus tropas,
dio muerte a aquellos homicidas y prendió fuego a su ciudad. Entonces dice a
sus siervos: "La boda está preparada, pero los invitados no eran dignos. Vayan
a los cruces de los caminos e inviten a la boda a cuantos encuentren".
Los siervos salieron a los caminos,
reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas se
llenó de gente. «Entró el rey a ver a los comensales, y al notar que había allí
uno que no tenía traje de boda, le dice: "Amigo, ¿cómo entraste sin traje
de boda?" El se quedó callado. Entonces el rey dijo a los sirvientes:
"Átenlo de pies y manos, y échenlo a las tinieblas de fuera; allí será el
llanto y el rechinar de dientes." Porque muchos son llamados, y pocos
escogidos».
(Mateo 22, 1-14).
Preguntas: ¿cómo es
posible rechazar la invitación a una fiesta donde sobra vino, música y buen ambiente?
¿Hoy alguien rechazaría una oferta tan especial? Peor todavía: Algunos
manifestaron indiferencia. Estaban más interesados en sus propios negocios.
Otros reaccionaron con violencia y hasta persiguieron a los siervos de
Dios.
Claro está que la
parábola alude a esta verdad: todos estamos invitados – buenos y malos - a
participar del gran banquete que celebrará en el cielo. Pero hace falta cumplir
una condición: Vestirse adecuadamente. ¿Por qué es importante este requisito?
Vestir el traje significa estar en gracia, es decir, estar en amistad con el Señor
Jesús.
Ello significa la
necesidad de revestirse de Cristo (Gal. 3:26, 27). Esto se hace por medio de una fe obediente a
sus enseñanzas. Dejar el hombre viejo y nacer de nuevo con un vestido apropiado
para el reino de Dios. Es la vida de
gracia, conservar su amistad, rechazando malas acciones: robos, adulterio,
mentiras, compañías perjudiciales, ofensas, calumnias, etc.
Es obvio que Jesús no
puede habitar en un lugar en donde no tiene amigos, y tampoco nosotros
deberíamos atrevernos a presentarnos a la boda que Él organiza cuando no
honramos su amistad y misericordia.
Nadie ignora que es harto difícil conservar la amistad con Cristo, porque tal condición supone remar contracorriente, esforzándonos por ser cada día mejores amigos de Él: siendo mejores padres, hijos, profesionales, vecinos, autoridades…, es decir, siendo mejores personas, honestas y con profundo sentimientos de ver en los demás a “otro”, tan igual o mejor que yo. ¡Qué desafío hermano!
Esto es posible solo por gracia. Depende de cada uno aceptar la invitación u optar libremente por la eterna desgracia.
La palabra y el
concepto de misericordia parecen producir una cierta desazón en el hombre,
quien, gracias a los adelantos tan enormes de la ciencia y de la técnica, como
nunca fueron conocidos antes en la historia, se ha hecho dueño y ha dominado la
tierra mucho más que en el pasado” (cfr. Gn 1,28).
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