Según la Psicóloga
Trinidad Aparicio Pérez, “hay personas que hablan por los codos, y son una
pesadez para quienes están con ellos. Les da igual si lo que dicen es de interés
para los demás o si realmente aporta información sobre algún tema en cuestión”.
Es un defecto
Ellos tienen necesidad de hablar y no hay quien los pare. Algunos rasgos comunes son:
*Hablan descontroladamente sin pensar en lo que van a decir. Siempre opinan, aunque no entiendan del tema que se está tratando o aunque nadie quiera conocer su opinión. Les gusta escucharse a sí mismos y ser el centro de cualquier conversación.
Si alguien les cuenta un hecho que les sucedió, casi siempre ellos, también tienen una historia similar. Hablan sobre sí y sobre quienes les rodean, contando historias sin cesar y no se dan cuenta que aburren.
Hacen preguntas indiscretas, muy molestas, lo que les perjudica seriamente en sus relaciones con los demás y afecta a su vida social. Por lo general, la gente huye de ellos. No saben relacionarse. No piensan si lo que dicen es de interés general. Son agotadores. No se callan.
Guardar un secreto, les supone un gran esfuerzo. La sensación de saber algo que los demás desconocen les produce gran satisfacción, desean contarlo porque así logran la atención de los demás y despiertan el interés de quienes escuchan, se creen importantes y protagonistas.
El "placer” por saber algo que los demás desconocen es fugaz… y suelen sentirse culpables. Con frecuencia piensan que no tenían que hacer el comentario inoportuno. Se arrepienten con rapidez de haberlo hecho. Pero, no siempre aprenden de su error.
A veces, son los nervios o cuestiones incómodas las que les hacen hablar sin cesar. Ante el jefe, ante conocidos a quienes se desea caer bien, se sienten tensos y nerviosos, hablan atropelladamente, sin pensar en lo que dicen. Así, las palabras los traicionan y ridiculizan.
Hablar mucho, produce rechazo social y “plomo” para quien tiene que soportarlo. Por eso, es necesario corregir este desagradable defecto. Algunas sugerencias para corregirse.
-Moderación
al hablar. No
siempre tu opinión o punto de vista desean escuchar los demás. Cuando hables
piensa si es oportuno tu comentario o, si está fuera de lugar.
-Deja
hablar a los otros, no tengas prisa en que terminen. La historia de tu interlocutor puede
estar despertando el interés de los demás, no tienes porqué interrumpirla.
-Aprender
a escuchar, interésate
por lo que dicen, sin interrumpir, mirando a la cara del otro para mostrar
interés de lo que están contando, y si tienes duda de algo pregúntalo.
-Sé consciente
de tu incontinencia al hablar y prepárate mentalmente escenas en las que
hablas. Imagina qué cambiaría si callas, viendo lo positivo de esa actitud y lo
beneficioso que sería para ti.
Procura ir al grano en toda conversación. Reflexiona. Busca el silencio en ti mismo para dejar de ser un torrente incontenible de palabras inútiles, como graciosamente diría el Maestro Roger. Dios quiera que yo aprenda a hablas menos.... ¡Ta upeícha!