¡Mi querido...hoy raído Paraguay!
No pasa un día sin que los medios nos golpeen el rostro y oídos con noticias de saqueos, violaciones, heridas y muerte. Los delincuentes asaltan, roban y matan de mañana, tarde y noche. El terror sienta sus reales en la calle, en la plaza…en la casa...
Y, ¿Qué de nuestras autoridades y políticos, responsables de esta sociedad maximísera, tan enferma y repleta de calamidades?
“Los gobiernos engendran a las instituciones, las instituciones modelan a los hombres, y los hombre transmiten las buenas o malas cualidades que reciben de las instituciones, decía Luis De Bonald, político, filósofo y escritor francés.
Reza aquel refrán: “En su mayoría, los políticos son vendedores ambulantes de baratijas demagógicas que amoldan a “sus medidas” las instituciones a las que dicen “servir”.
Alguien dijo: "Ciertamente, hay políticos altruistas como los hay delincuentes, carentes de escrúpulos. Dicen que la política deviene el arte de lo posible, donde no falta el juego de las mentiras y semiverdades. Por ello, es injusto meterlos a todos en la misma bolsa".
Así las cosas, ¿qué es la verdad, cuándo es verdad, quién tiene la verdad? Los políticos juran una y otra vez honrar su palabra; así, compromiso que implica responsabilidades no debería ser violado. En su mayoría, sin embargo, nuestra fauna política miente y mucho.
Se cacarea: “La fidelidad es virtud de cumplir promesa”. Luego, ¿por qué “ellos” vegetan mentirosos, deshonestos y prepotentes, atados -al parecer, a esa irredimible costumbre canallesca, pudiendo ser patriotas?
A días de elecciones; candidatos prometen salud, educación, etc. ¿Dejarán la mentira? Sabemos que “mentir consiste en decir que lo que no es, “es” y lo que es “no es”.
“Así, quién miente, rompe la realidad y se rompe a sí mismo. El primer efecto de la mentira es la fractura de lo real y la auto-fractura. Tratando de justificarnos nos convertimos en injustos por culpa de la mentira…
El segundo efecto es la ampliación de la mentira en forma de injusticia; nos hace esclavos de la mentira misma, pues quién miente una vez, se ve obligado a mentir dos veces, para intentar camuflar la mentira primera y así, sucesivamente”, dice Carlos Díaz Hernández.
El mentiroso vive en la mentira, huye de sí mismo, ignora su realidad. Si la mentira pide mentira, la verdad pide ser socializada, mirarla cara a cara, aunque duela, pero con amor. Si elegimos mal, éticamente pisamos y herimos nuestro mejor yo. Afirma dice José R. Ayllón.
Entonces, luchemos por conseguir valores como respeto, honestidad, decencia y dignidad, aunque para muchos, estos valores carecen valor. Los grandes países se independizan una sola vez, en cambio, los pequeños como el nuestro, debe hacerlo continuamente.
Renunciemos ya a la chatura cívica que azota al país, ignorantes, ladrones y prepotentes, fabricantes del “hombre absurdo” y de un sistema político en el que una mayoría de idiotas elige a una minoría de saqueadores, al decir de aquel refrán.
No nos quedemos solo con el dicho de Saint-Just: “Todas las artes produjeron maravillas. Solo el arte de gobernar ha producido monstruos”. Reclamemos nuestros derechos, exigiendo que los eternos promeseros cumplan sus promesas.
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