“No digas mentiras contra tu prójimo”
“Pon a un malvado sobre él, y Satanás esté a su diestra”. (Sal 109:6) “Luego el Señor me mostró en una visión a Josué… “Al lado derecho de Josué estaba el ángel acusador, que se disponía a acusarlo” (Zac. 3:1)
«De la envidia nacen el odio, la maledicencia, la calumnia, la alegría causada por el mal del prójimo y la tristeza causada por su prosperidad». Y tiene razón, pues en la raíz de toda calumnia está básicamente la envidia. (Gregorio Magno-540-604).
¿Cómo reaccionamos ante graves e infundadas acusaciones? Con ira, enojo, rabia, furia.
La calumnia se combate con la verdad. El calumniador está obligado a reparar el mal causado en todo lo que pueda, a reparar en público el daño que haya podido ocasionar con sus mentiras y sus insinuaciones maliciosas.
Hartos son los casos de difamación, calumnias, injurias…que se ventilan en tribunales aquí y allá, por izquierda y por derecha…al decir de aquel profesor. Se puede obtener algún dinero para “salvar el honor”, pero casi nunca, la paz entre ofensor y ofendido.
Un relato Indio reza: “Un hombre envidioso, calumnió gravemente a su exitoso amigo. Arrepentido después, del mal que provocó, visitó a un hombre muy sabio a quien le dijo: “Quiero arreglar todo el mal que hice a mi amigo. ¿Qué hago?”.
-El sabio: “Toma un saco lleno de plumas y suelta una a una donde vayas”.
El hombre muy contento por aquello tan fácil, tomó el saco lleno de plumas y durante un día, las había soltado por toda la ciudad. Volvió donde el sabio y dijo: “Ya terminé”.
El sabio contestó: “Esa es la parte más fácil. Ahora debes volver a llenar el saco con las mismas plumas que soltaste. Sal a la calle y búscalas”.
El hombre se entristeció,
pues sabía que no pudo juntar casi ninguna. -El sabio dijo: “Así
como no pudiste juntar de nuevo las plumas que volaron con el viento, así mismo
el mal que hiciste y todas las calumnias que inventaste, volaron de boca en
boca y ya no lo puedes reparar.
Anda y pide perdón
a tu amigo, y recuerda que, es mejor no desparramar las plumas, porque ya nunca
podrás volver a juntar…” ¿Qué hacer?.
*Tómalo de quien viene. Quien calumnia no sabe
qué es amar, luego, “tómalo de quien
viene”. Continúa tu vida y muestra qué tan confiable eres en realidad. Se
daña a sí mismo quien acusa en falso, porque, nadie le creerá nunca más.
*Sé misericordioso. La víctima de difamación también debe ser misericordioso. Cuesta amar al miserable que con sus bajezas, ensucia el honor ajeno, pero hay que pagar mal con bien y recordar sobre todas las cosas que así somos agradables a los ojos de Dios:
“Bienaventurados cuando los injurien, persigan y digan con mentira toda clase de mal contra ustedes por mi causa. Alégrense, vuestra recompensa será grande en los cielos; de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a ustedes” (Mt 5,11-12).
*Recuerda que no eres el único calumniado alguna vez. Una señora muy triste buscó consuelo en la confesión y un sacerdote anciano le respondió: “Veo que mucho te hirieron, por años. Estás cansada... No sientas odio ni rencor, pues Dios será quien la juzgue.
Tú no eres juez de nadie; eres solo una hija de Dios muy amada, como todos nosotros, a pesar de nuestros terribles pecados. No olvides; Jesús fue crucificado. Y recuerda hemos venidos a “ser un signo de contradicción” (Lc 2, 34).
¡Al pie de tu cruz....vaya mi lengua Señor!
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