¡Mba-é
tekó Joselito... ko cuarentena pukú chembo vare-á ma hina anguirú!...
¿Qué pasa Goyín?... ¡como que…qué pasa!....me quedé sin laburo por causa de esta plaga del coronavirus!, refunfuñó, Goyín, furioso.
¿Qué pasa Goyín?... ¡como que…qué pasa!....me quedé sin laburo por causa de esta plaga del coronavirus!, refunfuñó, Goyín, furioso.
Este acontecimiento nos enseña que puede
ocurrir cualquier imprevisto…como el que sufrimos…entonces, hablamos de la
necesidad de Ahorrar… ¡nde tavy…trakekó gano poco loo! disparó,
babeando de rabia.
Hay gente que vive con escuálido y
desnutrido salario, con deudas, “bicicleteando”…
y, pedirles que ahorren (michi mínte jepé)
un poquito de sus ingresos, es como pedirles que vuelen…más o menos.
Vos
decís eso porque ganas bien y todo devalde loo… continuó rojo de
ira.
Si no querés escucharme…lo dejamos por
aquí…Al parecer, Goyín cayó en la cuenta de que estaba fallando (o kuarú karé), dijo: está bien…disculpáme, ya no te interrumpo.
Amigo, siempre se puede ahorrar, y si se quiere, se hace hábito. Para eso hay
que tener voluntad firme: gastar en lo necesario, no en lo que se desea. Hay
cosas útiles, pero no necesarias. Así podés ahorrar, y no pedir el día 15 de
cada mes “el famoso vale quincenal”
Te doy, de varios, dos ejemplos: 1. No
es necesario comer asado cada domingo con media docena de cerveza, nde estiloitépe. 2. Tu samsung galaxy s20,
supera dos veces tu sueldo, hi ari re
debé hesé 10 meses. ¡Trakekó nde chapí!…sólo necesitas un teléfono de
20 dólares, no más.
Regla de oro: ¡No debes gastar más de lo que ganas! Bueno sería activar la
antigua "alcancía", para
soportar las épocas de “vacas flacas”. Es cuestión de madurez: saber lo que se quiere y querer lo que se sabe.
Es verdad que un hábito no se puede
lograr apretando un botón. Hábito es repetición de actos y para eso, es
necesario insertar en nuestro “sistema operativo”, el chip de la cultura del ahorro.
Tenemos que educarnos haciendo un
presupuesto mensual de ingresos y gastos para “ajustar los cinturones” cuando sea necesario -como ahora-, y no
vivir siempre “consumidos por el consumo
que nos consume” y torturados por usureros. ¡Mba éicha pio la ne re entendéi socio!
Y así evitar, por fin, ese estilo japú-pokaré; que los hijos digan: “no
está mi papá”, cuando el cobrador viene a tocarnos el timbre de la casa o que te
rompan los kinotos, cuando suene el
celular con los reclamos del departamento de cobranzas…de donde retiraste un plasma de 100 pulgadas.
De paso, damos buenos ejemplos a los
hijos, viviendo con templanza. La templanza grita a los padres: ¡Moderen el
despilfarro, tengan austeridad! Si lo hacen (no sólo si lo dicen), los hijos
aprenderán que no es más feliz quien más tiene, sino, quien menos necesita.
Si no se desea mucho, hasta las cosas
más pequeñas parecerán grandes. Sócrates decía:! Cuánto
es lo que no necesito y lo que necesito, cuán poco lo necesito! La familia
sobria no piensa en lo que no tiene, se
complace y contenta con lo que tiene.
El hombre superior ama su alma…el
inferior, sus cosas. Sólo un lujo es aceptable: el lujo de despojarse de lo
superfluo, un lujo bendito que educa los hábitos del gusto y del consumo. La
templanza, por lo tanto, es una virtud del día a día, nos recuerda el hermano en la fe, Carlos Díaz.
¿Cuántos papás convierten a sus hijos en abortos sociales, por permitirlo todo, el “quiero, me gusta, nadie me dice lo que tengo que hacer, etc.”. ¿Cuántos son ejemplos de indecencia, mal gusto y deshonestidad? Por eso amigo, ¡empezá a ahorrar ya… al menos, por tus hijos! ¿Si pa?
¿Cuántos papás convierten a sus hijos en abortos sociales, por permitirlo todo, el “quiero, me gusta, nadie me dice lo que tengo que hacer, etc.”. ¿Cuántos son ejemplos de indecencia, mal gusto y deshonestidad? Por eso amigo, ¡empezá a ahorrar ya… al menos, por tus hijos! ¿Si pa?
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