Y DE
LA FAMILIA
Carta de los derechos de la familia presentada
por Juan Pablo II, en la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio 2 de octubre
de 1983 a todas las personas, instituciones y autoridades interesadas en la
misión de la familia, está más vigente que nunca.
Está destinada en primer lugar a los
Gobiernos. Para bien de la sociedad, ofrece a todos aquellos que comparten la
responsabilidad del bien común un modelo y una referencia para elaborar la
legislación y la política familiar, y guía para los programas de acción.
Dice Juan Pablo II, entre otras, considero
que:
ü
La
familia
está fundada sobre el matrimonio, complemento entre un hombre y una mujer,
constituida por el vínculo indisoluble del matrimonio, libremente contraído,
públicamente afirmado, y que está abierta a la transmisión de la vida.
ü
El
matrimonio es la institución natural a la que está exclusivamente confiada la
misión de transmitir la vida.
ü
La
familia, sociedad natural, existe antes que el Estado o cualquier otra
comunidad, y posee unos derechos propios que son inalienables.
ü
La
sociedad, el Estado y las Organizaciones Internacionales, deben proteger la
familia con medidas de carácter político, económico, social y jurídico, que
contribuyan a consolidar la unidad y la estabilidad de la familia para que pueda
cumplir su función específica.
ü
La
vida humana debe ser respetada y protegida absolutamente desde el momento de la
concepción.
ü
El
aborto es una directa violación del derecho fundamental a la vida del ser
humano.
ü
El
respeto por la dignidad del ser humano excluye toda manipulación experimental o
explotación del embrión humano.
ü
Los
niños, tanto antes como después del nacimiento, tienen derecho a una especial
protección y asistencia, al igual que sus madres durante la gestación y durante
un período razonable después del alumbramiento.
Cuando el Estado
se arroga el poder de reglamentar los vínculos familiares, de dictar leyes que
no respetan aquella comunidad natural que es anterior a él, surge el temor de
que el Estado se aproveche de las familias en su propio interés y, en lugar de
protegerlas y defender sus derechos, las debilite o destruya para dominar a los
pueblos.
En muchos países, un medio eficaz para destruir a la
familia consiste en privarla de su función educativa, bajo el falaz pretexto de
dar a todos los niños iguales oportunidades. Frecuentemente el Estado invade
terrenos de la familia en nombre de la democracia que debiera respetar. Luego,
nos hallamos ante un poder político omnipresente y arbitrario.
Hoy día, la familia precisa de una protección especial
por parte de los poderes públicos. A veces oprimida por el Estado, la familia
se encuentra actualmente expuesta también a los ataques provenientes de grupos
privados, de organismos no gubernamentales, de entidades transnacionales y
también de organizaciones internacionales públicas.
El Estado tiene la responsabilidad de defender la
soberanía de la familia, pues ésta constituye el núcleo fundamental del tejido
social. En nombre de las ideologías de inspiración malthusiana, hedonista y
utilitarista, la familia es víctima de agresiones que la cuestionan hasta en su
existencia.
Las familias rotas y «recompuestas», a causa de las
cuales los niños sufren tanto, engendran pobreza y marginación. Lo peor de todo
es que bajo el impulso de organismos públicos internacionales se preconizan
supuestos «modelos nuevos» de familia, que incluyen los hogares monoparentales
y hasta las uniones homosexuales.
Algunas agencias internacionales, apoyadas por
poderosos lobbies, quieren imponer a naciones soberanas «nuevos derechos»
humanos, como los «derechos reproductivos», que abarcan el acceso al aborto, a
la esterilización, al divorcio fácil, un «estilo de vida» de la juventud que
propicia la banalización del sexo, el debilitamiento de la justa autoridad de
los padres en la educación de los hijos.
Estas
ideologías no son sólo anti-vida y anti-familia, son también destructoras de
las naciones. Señores
legisladores que se dicen cristianos, tienen la responsabilidad de elegir bien o
mal, es decir, la vida o la muerte.
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