miércoles, 31 de mayo de 2017

A FAVOR DE LA VIDA...

                                          Y  DE  LA  FAMILIA

Imagen relacionadaCarta de los derechos de la familia presentada por Juan Pablo II, en la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio 2 de octubre de 1983 a todas las personas, instituciones y autoridades interesadas en la misión de la familia, está más vigente que nunca.

Está destinada en primer lugar a los Gobiernos. Para bien de la sociedad, ofrece a todos aquellos que comparten la responsabilidad del bien común un modelo y una referencia para elaborar la legislación y la política familiar, y guía para los programas de acción.

Dice Juan Pablo II, entre otras, considero que:

ü  La familia está fundada sobre el matrimonio, complemento entre un hombre y una mujer, constituida por el vínculo indisoluble del matrimonio, libremente contraído, públicamente afirmado, y que está abierta a la transmisión de la vida.
ü  El matrimonio es la institución natural a la que está exclusivamente confiada la misión de transmitir la vida.
ü  La familia, sociedad natural, existe antes que el Estado o cualquier otra comunidad, y posee unos derechos propios que son inalienables.
ü  La sociedad, el Estado y las Organizaciones Internacionales, deben proteger la familia con medidas de carácter político, económico, social y jurídico, que contribuyan a consolidar la unidad y la estabilidad de la familia para que pueda cumplir su función específica.
ü  La vida humana debe ser respetada y protegida absolutamente desde el momento de la concepción.
ü  El aborto es una directa violación del derecho fundamental a la vida del ser humano.
ü  El respeto por la dignidad del ser humano excluye toda manipulación experimental o explotación del embrión humano.
ü  Los niños, tanto antes como después del nacimiento, tienen derecho a una especial protección y asistencia, al igual que sus madres durante la gestación y durante un período razonable después del alumbramiento.

Cuando el Estado se arroga el poder de reglamentar los vínculos familiares, de dictar leyes que no respetan aquella comunidad natural que es anterior a él, surge el temor de que el Estado se aproveche de las familias en su propio interés y, en lugar de protegerlas y defender sus derechos, las debilite o destruya para dominar a los pueblos.

En muchos países, un medio eficaz para destruir a la familia consiste en privarla de su función educativa, bajo el falaz pretexto de dar a todos los niños iguales oportunidades. Frecuentemente el Estado invade terrenos de la familia en nombre de la democracia que debiera respetar. Luego, nos hallamos ante un poder político omnipresente y arbitrario.

Hoy día, la familia precisa de una protección especial por parte de los poderes públicos. A veces oprimida por el Estado, la familia se encuentra actualmente expuesta también a los ataques provenientes de grupos privados, de organismos no gubernamentales, de entidades transnacionales y también de organizaciones internacionales públicas.

El Estado tiene la responsabilidad de defender la soberanía de la familia, pues ésta constituye el núcleo fundamental del tejido social. En nombre de las ideologías de inspiración malthusiana, hedonista y utilitarista, la familia es víctima de agresiones que la cuestionan hasta en su existencia.

Las familias rotas y «recompuestas», a causa de las cuales los niños sufren tanto, engendran pobreza y marginación. Lo peor de todo es que bajo el impulso de organismos públicos internacionales se preconizan supuestos «modelos nuevos» de familia, que incluyen los hogares monoparentales y hasta las uniones homosexuales.

Algunas agencias internacionales, apoyadas por poderosos lobbies, quieren imponer a naciones soberanas «nuevos derechos» humanos, como los «derechos reproductivos», que abarcan el acceso al aborto, a la esterilización, al divorcio fácil, un «estilo de vida» de la juventud que propicia la banalización del sexo, el debilitamiento de la justa autoridad de los padres en la educación de los hijos.

Estas ideologías no son sólo anti-vida y anti-familia, son también destructoras de las naciones. Señores legisladores que se dicen cristianos, tienen la responsabilidad de elegir bien o mal, es decir, la vida o la muerte.

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