¿SINÓNIMO DE LIBERTAD
SIN LÍMITES?
Con frecuencia se oye decir: “Democracia
pe jaimé hina”, para hacer y decir cualquier cosa –incluso para
delinquir- en este inacabable tránsito a la democracia en nuestro aún, ingenuo
país. Y harto sabemos que en “democracia el pueblo manda”. Y por consiguiente, todos los ciudadanos tenemos la posibilidad de
expresarnos y participar.
También se
afirma: El Pueblo está despierto, ya no es posible engañarlo. “Naipóri
veima y itavyva… sí, la oñembotavyva”. Pero… ¿estamos realmente
educados y capacitados para actuar como ciudadanos en disentir, renunciar o
aplaudir por convicción, sin que otros nos indiquen lo que hemos de hacer o
decir?
En cursos,
palestras y seminarios de capacitación nos repiten una y otra vez que estamos en
la sociedad del conocimiento. Si es así, pasa desapercibido tal conocimiento. Mejor
decir que estamos en la sociedad de la hiper información y de hipo-formación.
Se pregunta el
Padre Antonio Orozco D., ¿Puede haber señorío –dominio- sobre uno mismo, sobre los
propios actos y sobre las cosas -eso es libertad- donde no se sabe qué son las
cosas y qué es uno mismo? Y el mismo se contesta:
“Para poder
actuar en libertad, lo primero que se requiere es conocer el para qué de
la libertad, es decir, su finalidad, su sentido. Porque la libertad -como
facultad de escoger- no tiene su razón de ser en sí misma, no es un valor
absoluto.
Como absoluto,
la libertad no interesa a nadie. La libertad interesa por lo que ella nos
permite hacer o conseguir: por su sentido y nervio teleológico. La libertad
interesa porque hay algo "más allá" de la libertad que la supera y
marca su sentido. Y esto no es otra cosa que lo bueno, el bien”.
“Se entiende que
ser libre no es sólo gozar de libre albedrío, desde el momento en que se
observa que con el libre albedrío podemos convertirnos en esclavos. Nuestra
libertad puede frustrarse a sí misma, encadenarse, eligiendo lo que merma a la
persona; así sucede, por ejemplo, cuando se “zambulle” en acciones inadecuadas
que embotan la mente e impiden la consecución de los bienes más altos del
espíritu”.
Escoger la verdad -bien del entendimiento, que redunda en todo el hombre- no es siempre fácil. Todos, en la actual forma de existencia, arrastramos cierto desorden en nuestros apetitos, que se inclinan al mal: se hallan desmesuradamente proclives a bienes inferiores.
Elegir el
sendero de la verdad implica plantear una batalla íntima, la renuncia a una
existencia inauténtica que, sin embargo, tienta.
Pero decidirse
por la verdad es la única opción que libera, que permite el desarrollo de la
persona y la perfección de su libertad; es enfilar el camino del bien, hacia la
plenitud; es la condición necesaria para que "el hombre" se haga
digno de ser "un hombre", y lo sea plenamente. (cfr. La Libertad en
el Pensamiento – Antonio Orozco Delclós p.17-19)
“Nadie está más terriblemente esclavizado que esos que se creen falsamente libres” (Von Goethe) Libre es quien decide no violar reglas, cuando por conveniencia, pudiera hacerla. Libre es quien opta por hacer el bien, aunque ello le cueste soportar burlas, es decir, libre es quien decide por convicción vivir hombre y no como macho.
Una persona libre es
quien lucha por vivir con ética siendo fiel a valores y principios que
responden a un estilo de existir, que hace lo que debe y no simplemente lo que
quiere, aunque por esta opción, tenga que probar amargos bocados.
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