miércoles, 24 de mayo de 2017

LIBRE ALBEDRÍO

¿SINÓNIMO  DE LIBERTAD  SIN LÍMITES?

Con frecuencia se oye decir: “Democracia pe jaimé hina”, para hacer y decir cualquier cosa –incluso para delinquir- en este inacabable tránsito a la democracia en nuestro aún, ingenuo país. Y harto sabemos que en “democracia el pueblo manda”. Y por consiguiente, todos los ciudadanos tenemos la posibilidad de expresarnos y participar.

También se afirma: El Pueblo está despierto, ya no es posible engañarlo. “Naipóri veima y itavyva… sí, la oñembotavyva”. Pero… ¿estamos realmente educados y capacitados para actuar como ciudadanos en disentir, renunciar o aplaudir por convicción, sin que otros nos indiquen lo que hemos de hacer o decir?

En cursos, palestras y seminarios de capacitación nos repiten una y otra vez que estamos en la sociedad del conocimiento. Si es así, pasa desapercibido tal conocimiento. Mejor decir que estamos en la sociedad de la hiper información y de hipo-formación.

Se pregunta el Padre Antonio Orozco D., ¿Puede haber señorío –dominio- sobre uno mismo, sobre los propios actos y sobre las cosas -eso es libertad- donde no se sabe qué son las cosas y qué es uno mismo? Y el mismo se contesta:

“Para poder actuar en libertad, lo primero que se requiere es conocer el para qué de la libertad, es decir, su finalidad, su sentido. Porque la libertad -como facultad de escoger- no tiene su razón de ser en sí misma, no es un valor absoluto.

Como absoluto, la libertad no interesa a nadie. La libertad interesa por lo que ella nos permite hacer o conseguir: por su sentido y nervio teleológico. La libertad interesa porque hay algo "más allá" de la libertad que la supera y marca su sentido. Y esto no es otra cosa que lo bueno, el bien”.

“Se entiende que ser libre no es sólo gozar de libre albedrío, desde el momento en que se observa que con el libre albedrío podemos convertirnos en esclavos. Nuestra libertad puede frustrarse a sí misma, encadenarse, eligiendo lo que merma a la persona; así sucede, por ejemplo, cuando se “zambulle” en acciones inadecuadas que embotan la mente e impiden la consecución de los bienes más altos del espíritu”.

Escoger la verdad -bien del entendimiento, que redunda en todo el hombre- no es siempre fácil. Todos, en la actual forma de existencia, arrastramos cierto desorden en nuestros apetitos, que se inclinan al mal: se hallan desmesuradamente proclives a bienes inferiores.

Elegir el sendero de la verdad implica plantear una batalla íntima, la renuncia a una existencia inauténtica que, sin embargo, tienta.

Pero decidirse por la verdad es la única opción que libera, que permite el desarrollo de la persona y la perfección de su libertad; es enfilar el camino del bien, hacia la plenitud; es la condición necesaria para que "el hombre" se haga digno de ser "un hombre", y lo sea plenamente. (cfr. La Libertad en el Pensamiento – Antonio Orozco Delclós p.17-19)

“Nadie está más terriblemente esclavizado que esos que se creen falsamente libres” (Von Goethe) Libre es quien decide no violar reglas, cuando por conveniencia, pudiera hacerla. Libre es quien opta por hacer el bien, aunque ello le cueste soportar burlas, es decir, libre es quien decide por convicción vivir hombre y no como macho.

Una persona libre es quien lucha por vivir con ética siendo fiel a valores y principios que responden a un estilo de existir, que hace lo que debe y no simplemente lo que quiere, aunque por esta opción, tenga que probar amargos bocados. 












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