QUE CRISTO NOS LLENE DE
ESPERANZA Y PAZ
Es derroche de palabras hablar de tanta violencia, ensañamiento,
robos, asaltos y la irracionalidad demostrados por los autores de estos
crímenes. Los medios masivos de comunicación no paran de “alimentarnos” con malas noticias. La patria está regada de sangre, dolor y
muerte. Tanta polución informativa - no formativa – nos desvía la mirada hacia
horizontes de esperanzas.
En esta hora de intenso sufrimiento,
tenemos dos caminos: seguimos pasivamente en este caos o, a pesar de todo, nos “atenazamos”
fuertemente a Cristo, nuestro refugio, y nos parapetamos detrás de Dios Padre,
como roca de confianza. (cfr. Salmo 94:22)
Una madre que lucha a brazos partidos,
un estudiante que orienta sus esfuerzos para lograr sus objetivos, una niña que
nace fuerte y sana en cualquier pobre centro de salud, un trabajador honrado,
etc, etc, ¿no deberíamos tomar como contrapeso de esperanza, gozo y paz?, a pesar de todo?
Para tener confianza hay que creer - pero haciendo todos y cada uno lo que debemos
hacer – con honestidad, cuidando el bien común, siendo justos y denunciando las
injusticias…No es tarea fácil en una ingente sociedad de imbéciles e ignorantes. ¿Pero qué
nos queda? ¿Qué ganamos con sólo plaguearnos y nada más?
Si palabras como paz, gozo y esperanza, no
tienen ningún valor, entonces, ¿para qué anhelamos? Se cacarea aquí y allá justo
lo que necesita todo el mundo – ESPERANZA y PAZ, pero ¿qué y cuánto hacemos por
conquistarlas?
“Paz es
tranquilidad del orden. Cuando las cosas ocupen su lugar de acuerdo al peso,
número y medida, cuando la ciudadanía viva en armonía, solidaridad, respeto y
justicia, colaborando en la gran empresa que es el Bien Común, es decir, la
Patria” – dirá Secundino Núñez – (…) entonces ya no viviremos en esta gran
miseria.
Una historia real: “Un día, del campo de concentración de Oświęcim o Auschwitz, se fugó un preso. La ley de los alemanes era que por cada preso que se fugara del campo de concentración, tenían que morir diez de sus compañeros. Hicieron el sorteo 1-2-3-4...9...10 y al que le iba correspondiendo el número 10 era puesto aparte para echarlo a un sótano a morirse de hambre.
De pronto al oírse un 10, el hombre a
quien le correspondió ese número dio un grito y exclamó: "Dios mío, yo
tengo esposa e hijos. ¿Quién los va a cuidar?". En ese momento el padre
Kolbe dice al oficial: "Yo me ofrezco para reemplazar al compañero que ha
sido señalado para morir de hambre". El oficial le pregunta: ¿Y por qué?...
Es que él tiene esposa e hijos que lo necesitan. En cambio yo soy soltero y
solo, y nadie me necesita.
El oficial duda un momento y enseguida
responde: Aceptado. Y el prisionero Kolbe es llevado con sus otros 9 compañeros
a morirse de hambre en un subterráneo. Aquellos tenebrosos días son de
angustias y agonías continuas. El santo sacerdote anima a los demás y reza con
ellos.
Poco a poco van muriendo los demás. Y al
final después de bastantes días, solamente queda él con vida. Como los guardias
necesitan ese local para otros presos que están llegando, le ponen una
inyección de cianuro y lo matan. Era el 14 de agosto de 1941".
El Registro Bíblico dice que muchas veces estamos perdidos, lejos de Dios Pero
también nos propone la salvación obtenida por Jesús, quien murió en la cruz,
resucitó y vive eternamente. Además nos asegura que vive en los nosotros y nos
sostiene.
Hay Alguien que nunca nos decepcionará. “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino
que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las
cosas?” (Romanos 8:32). Él dio a su Hijo, y ahora quiere que confiemos totalmente en él. Entonces descubriremos a Dios como un Padre que nos ama con ternura y para siempre, a pesar de nuestras humanas debilidades.
Jesús, antes de morir por nosotros, dijo a sus
discípulos: “La paz les dejo, mi paz les doy; yo no les doy la paz como el
mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (cfr. Juan 14:27).
Con estas reflexiones podemos "embarcarnos" en la esperanza de poder salir a flote. Si otros, en peores condiciones, pudieron lograr vencer, porqué no podríamos nosotros?. El mal nunca tiene la última palabra cuando hay esperanza y voluntad. El mal solo vence a los desesperanzados y derrotados. Decimos ser un pueblo valiente. Entonces, ¡demostremos que de veras lo somos!
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