viernes, 14 de agosto de 2015

EN ESTA LACERANTE HORA

QUE CRISTO NOS LLENE DE ESPERANZA Y PAZ

Es derroche de palabras hablar de tanta violencia, ensañamiento, robos, asaltos y la irracionalidad demostrados por los autores de estos crímenes. Los medios masivos de comunicación no paran de “alimentarnos” con malas noticias. La patria está regada de sangre, dolor y muerte. Tanta polución informativa - no formativa – nos desvía la mirada hacia horizontes de esperanzas.

En esta hora de intenso sufrimiento, tenemos dos caminos: seguimos pasivamente en este caos o, a pesar de todo, nos “atenazamos” fuertemente a Cristo, nuestro refugio, y nos parapetamos detrás de Dios Padre, como roca de confianza. (cfr. Salmo 94:22)

Una madre que lucha a brazos partidos, un estudiante que orienta sus esfuerzos para lograr sus objetivos, una niña que nace fuerte y sana en cualquier pobre centro de salud, un trabajador honrado, etc, etc, ¿no deberíamos tomar como contrapeso de esperanza, gozo y paz?, a pesar de todo?

Para tener confianza hay que creer - pero haciendo todos y cada uno lo que debemos hacer – con honestidad, cuidando el bien común, siendo justos y denunciando las injusticias…No es tarea fácil en una ingente sociedad de imbéciles e ignorantes. ¿Pero qué nos queda? ¿Qué ganamos con sólo plaguearnos y nada más?

Si  palabras como paz, gozo y esperanza, no tienen ningún valor, entonces, ¿para qué anhelamos? Se cacarea aquí y allá justo lo que necesita todo el mundo – ESPERANZA y PAZ, pero ¿qué y cuánto hacemos por conquistarlas?

“Paz es tranquilidad del orden. Cuando las cosas ocupen su lugar de acuerdo al peso, número y medida, cuando la ciudadanía viva en armonía, solidaridad, respeto y justicia, colaborando en la gran empresa que es el Bien Común, es decir, la Patria” – dirá Secundino Núñez – (…) entonces ya no viviremos en esta gran miseria.

Una historia real: “Un día, del campo de concentración de Oświęcim o Auschwitz, se fugó un preso. La ley de los alemanes era que por cada preso que se fugara del campo de concentración, tenían que morir diez de sus compañeros. Hicieron el sorteo 1-2-3-4...9...10 y al que le iba correspondiendo el número 10 era puesto aparte para echarlo a un sótano a morirse de hambre.

De pronto al oírse un 10, el hombre a quien le correspondió ese número dio un grito y exclamó: "Dios mío, yo tengo esposa e hijos. ¿Quién los va a cuidar?". En ese momento el padre Kolbe dice al oficial: "Yo me ofrezco para reemplazar al compañero que ha sido señalado para morir de hambre". El oficial le pregunta: ¿Y por qué?... Es que él tiene esposa e hijos que lo necesitan. En cambio yo soy soltero y solo, y nadie me necesita.

El oficial duda un momento y enseguida responde: Aceptado. Y el prisionero Kolbe es llevado con sus otros 9 compañeros a morirse de hambre en un subterráneo. Aquellos tenebrosos días son de angustias y agonías continuas. El santo sacerdote anima a los demás y reza con ellos.

Poco a poco van muriendo los demás. Y al final después de bastantes días, solamente queda él con vida. Como los guardias necesitan ese local para otros presos que están llegando, le ponen una inyección de cianuro y lo matan. Era el 14 de agosto de 1941".

El Registro Bíblico dice que muchas veces estamos perdidos, lejos de Dios Pero también nos propone la salvación obtenida por Jesús, quien murió en la cruz, resucitó y vive eternamente. Además nos asegura que vive en los nosotros y nos sostiene.

Hay Alguien que nunca nos decepcionará. “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?” (Romanos 8:32). Él dio a su Hijo, y ahora quiere que confiemos totalmente en él. Entonces descubriremos a Dios como un Padre que nos ama con ternura y para siempre, a pesar de nuestras humanas debilidades.

Jesús, antes de morir por nosotros, dijo a sus discípulos: “La paz les dejo, mi paz les doy; yo no les doy la paz como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (cfr. Juan  14:27).

Con estas reflexiones podemos "embarcarnos" en la esperanza de poder salir a flote. Si otros, en peores condiciones, pudieron lograr vencer, porqué no podríamos nosotros?. El mal nunca tiene la última palabra cuando hay esperanza y voluntad. El mal solo vence a los desesperanzados y derrotados. Decimos ser un pueblo valiente. Entonces, ¡demostremos que de veras lo somos!




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