¿MENTALIDAD DE AICHINJARANGA?
Conocemos personas abrumadas por los problemas que tienen o por las
desgracias que les ocurren. Las vueltas que la vida nos da son inevitables. Hay
situaciones que no podemos controlar, luego, lo primero que – en general –
se hace es intentar encontrar a quien culpar por nuestras miserias.
Nos advierten
los especialistas que la mejor
alternativa es decidir no ser la víctima. Lamentablemente, la mayoría de
las personas que sufren duros golpes en la vida acaban incorporando una postura
de por qué a mí, siempre a mí, pobre
de mí. El síndrome del “aichinjaranga”
se ha posesionado en sus vidas.
Ellas se sienten con derecho a la pena y que todos a su alrededor las
compadezcan, sólo porque fueron víctimas de cosas malas.
Naturalmente, debemos ser especialmente atentos y compasivos con las
personas que sufren. Pero no es menos cierto que existe el peligro de utilizar –
si no corregimos a tiempo – las penas y sufrimientos como un recurso, entonces
estos sentimientos se tornarán una manipulación para ellas.
Recordemos a José Ingenieros: Cada quien es dueño de su propio destino. Cuando
uno decide no ser una víctima, toma su vida y su destino en sus propias
manos. Por consiguiente, cada quien determina utilizar todos los recursos
posibles a fin de luchar y salir adelante en vez de plaguearse (lamentarse).
Cristo nos mandó tomar cada día nuestra cruz y seguirlo,
porque está visto que nadie está exento de vivir sin problema alguno. Y el profeta
Isaías (57,15) nos recuerda:
"Yo habito en la altura y la
santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el
espíritu de los humildes, y para
vivificar el corazón de los quebrantados."
Cristo no vino solamente para llorar todo el
tiempo con nosotros la desgracia – de muchas de la cuales somos culpables – él promete
estar a nuestro lado, para confortarnos y ayudarnos a luchar y salir
victoriosos. ¡Es su promesa y cumple!.
Así las cosas, despachemos lejos la
tentación de ser una víctima. Usemos todos los recursos a disposición para
reaccionar. Tenemos la gracia de contar con inteligencia, voluntad y libertad,
que no es poca cosa.
Pero tenemos que clamar y reclamar a Dios su ayuda, porque la ayuda, no se da
manera automática. La naturaleza (inteligencia, tecnología, medicina,
etc.) y la gracia (cuando la ciencia ya no puede, ahí aparece la gracia,
el poder sobrenatural), son los dos únicos caminos para nuestra salvación.
Las
mayores tragedias pueden tornarse en mayores oportunidades y bendiciones, si sumamos
al sufrimiento de Cristo nuestros problemas, en vez de perder tanto tiempo en vivir
lamentándonos.
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