¿EN CASO DE
VIOLACIÓN?
Nadie
pude autorizar la muerte de un inocente, sea embrión, feto, enfermo o anciano,
sin cometer, por ello un crimen de extrema gravedad. Es
un pecado grave contra este mandamiento el
aborto. La
vida de una persona comienza con la concepción, por eso el aborto provocado es
un crimen. El Concilio Vaticano II lo llama: «crimen abominable» Es un asesinato de lo más cruel y
cobarde, pues el asesinado es un ser inocente e indefenso que no puede
huir, ni siquiera gritar para protestar de la injusticia que se comete con él.
Las generaciones del futuro no
comprenderán que en nuestro tiempo se permita a las madres que maten a sus
hijos. Nos llamarán «generación asesina». Los abortistas se molestan si se les
llama asesinos; pero, ¿qué otro nombre podemos dar a los que han condenado a
muerte a cuarenta millones de seres inocentes?.
El Dr.
Jerónimo Lejeune, uno de los más brillantes investigadores franceses,
Catedrático de Genética en la Universidad de la Sorbona de París, y Director
del Centro Nacional de Investigación Científica, que cuenta en su haber
profesional con los más importantes premios científicos, y es miembro
de las Academias de Ciencia de Suecia, Inglaterra y Estados Unidos, dice: «Esta
primera célula, resultado de la concepción, es ya un ser humano».
Conviene no olvidar nunca que la mujer violada ha recibido una agresión no sólo en su cuerpo. Ha sido pisoteada, quizá de un modo radical, en su dignidad, en su honor, en su libertad, en su condición femenina, en sus derechos. Ha sido herida como mujer y como persona, como joven o como adulta, quizá incluso como niña o adolescente. Su herida es la herida de toda una sociedad, una sociedad que se siente enferma, incapaz muchas veces de detener y castigar la violencia de quien, por la fuerza, viola y abusa de los demás.
Pero el aborto, si lo miramos con
objetividad, no puede ser ni será nunca una solución a la violación. Si las
consecuencias de la agresión no pueden desaparecer con unas palabras de aliento
ni con medicinas tranquilizantes, tampoco desaparecerán si se añade a la
violación un nuevo acto criminal, si se añade sangre a la sangre...
El niño concebido a la fuerza, es un ser que merece todo el respeto de la ley y de cualquier estado democrático. No sólo eso: para la mujer violada es y será siempre su hijo. Ha llegado a ser madre contra su voluntad. Pero el origen criminal y salvaje de esa maternidad no quita la dignidad de la mujer que empieza esa aventura de 9 meses con la que cada hombre inicia su existencia en el mundo.
El niño concebido a la fuerza, es un ser que merece todo el respeto de la ley y de cualquier estado democrático. No sólo eso: para la mujer violada es y será siempre su hijo. Ha llegado a ser madre contra su voluntad. Pero el origen criminal y salvaje de esa maternidad no quita la dignidad de la mujer que empieza esa aventura de 9 meses con la que cada hombre inicia su existencia en el mundo.
Más aún: la mujer violada que acepta su maternidad grita al mundo
que, frente a la injusticia salvaje y baja del violador, la vida vale
infinitamente más, y que será defendida con su amor y con su entrega.
Stephen W. Hawking, el «Einstein»
de nuestros días, a quien todos pudimos ver en televisión, paralítico en una
silla de ruedas, teniendo que hablar por medio de un sintetizador sonoro, no
hubiera nacido, si en 1942, algún «listo» abortista hubiera descubierto en los
cromosomas de su embrión que iba a ser inválido.
"El
aborto es el mayor destructor de la paz en el mundo. Si la ley permite que una
madre mate a su hijo ¿Qué ley podrá impedir que un hombre mate a otro
hombre?" (Madre Teresa de Calcuta, Mensaje a la Conferencia de Pekín,
1995.)
En definitiva, ninguna circunstancia, ninguna finalidad, ninguna ley del
mundo podrá jamás hacer lícito un acto que es intrínsecamente ilícito, por ser
contrario a la ley de Dios, escrita en el corazón de cada hombre. ¡Quien pueda entenderlo....que lo entienda!
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