jueves, 26 de marzo de 2015

LLAMADOS A SER SANTOS

¡TEN PIEDAD DE MI,  SEÑOR JESÚS!

¿Qué significa hoy la palabra «santidad»? Para algunos es un título honorífico de altos cargos religiosos, para otros es una especie de perfección alcanzada por creyentes excepcionales.

¡Normalmente la vida del que cree, es feliz, pero podemos pasar por grandes tristezas si cometemos errores. Podemos estar agobiados por la culpabilidad y el dolor por haber pecado. Entonces vayamos a Dios mediante la oración y meditemos el Salmo 51.


En este salmo, el rey David expresa la confesión de un hombre que siente todo el peso de sus crímenes. También habla de la aspiración a la pureza, ese deseo de volver a encontrar el gozo de la libertad con Dios. Revela lo que Dios espera de nosotros los creyentes, es decir, la alabanza, tanto individual como colectiva.
La Biblia, dice que la santidad es el hecho de estar ligado por la fe al Señor Jesús, de pertenecerle, de con él. Es una santidad que podemos llamar «fundamental». No es solamente el resultado de mi conducta, sino también y sobre todo, el hecho de haber sido recibido por Dios como su hijo.

Debido a esta santidad fundamental puedo y debo vivir haciendo el bien y evitando el mal: es la santidad práctica. Cada cristiano es llamado a seguirla, a abstenerse de toda especie de mal, para consagrarse a Dios.

La santidad práctica sólo puede obtenerse mediante la acción del Espíritu Santo en mí. Al mismo tiempo, mi responsabilidad está directamente comprometida: tengo que velar sobre lo que veo (Mateo 5:28), sobre lo que digo (Efesios 4:29), debo guardar mi corazón (Proverbios 4:23). El llamado a la santidad es, en efecto, primeramente un llamado a la pureza de nuestro corazón

La santidad que nos separa del mal también hace que nuestra inteligencia sea más sensible a la enseñanza de la Palabra de Dios. Nos libera y hace que estemos disponibles para servir a los demás y ser testigos del Cristo resucitado. También concierne a nuestro cuerpo. La santidad permite no ser esclavos de la codicia y guardar puro nuestro propio cuerpo. ¡Colosal tarea hoy, más que nunca!

Inicio de Santidad supone en primer lugar, saber que Dios nos ama. En segundo lugar reconocer que hemos pecado. Un tercer momento, es estar convencidos que Jesús nos libra del pecado, por muy grande y sucio que sea y,  finalmente, arrepentirse y convertirse. La conversión es un proceso, que dura toda la vida; no es un acto único y asilado.

Por ello, en este extraordinario tiempo de Cuaresma, es necesario reflexionar sobre nuestra situación actual; revisar nuestra piedad y compromiso bautismal. Así las cosas, “Ten piedad”: es un grito de desesperación, es como pedir auxilio. “Conforme a tu misericordia”: es la confianza en el amor de Dios. Como una madre se preocupa cuando uno de sus hijos está en peligro, Dios tiene compasión cuando nos ve cargados con nuestros pecados.(parte de este artículo extraído del comentario enviádome por la señora Norma Á. de Escobar).

Debemos clamar: ¡Límpiame Señor,... borra todo mis pecados que ensucia nuestra alma, porque Tu sangre es mi cura!. Ya Santo Tomás afirmaba: Un sola gota de la preciosa Sangre de Cristo tiene poder para sanar todos los crímenes del mundo

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