¡NECESARIO Y URGENTE
RECUPERAR!
Nos enseña Johannes Messner, en "Ética Social,
Política y Económica", p 46, y ojalá pudiera ser de provecho para quien así lo
desee, que el criterio (razón de
conocer, base de determinación) de la moralidad se designa también con el
nombre de “principio moral”, que ha de cumplir una triple función:
1º. Debe hacer posible determinar los
modos de conductas que son malos en sí mismos, y que por esa razón han de serlo
siempre….y dar una respuesta a la pregunta: ¿Por qué la mentira, el adulterio,
el suicidio, el robo….son en sí mismos, y por ello siempre, moralmente
reprobables?
2º. El principio de moralidad ha de
hacer posible en la esfera de la conducta que no es mala en sí misma y por ello
no está siempre prohibida, el juicio sobre la moralidad de la conducta en
cuestión, sobre los medios en conexión con los fines, es decir, sobre lo que es
exigido, permitido o prohibido en cada situación concreta.
3º. El principio de moralidad debe hacer
posible en caso de exigencias morales aparentemente contradictorias (conflicto
de conciencia, colisión de deberes) el hallazgo de una decisión sobre la
conducta moralmente correcta.
Por consiguiente, el criterio de
moralidad ha de ser objetivo y concreto. Objetivo, es decir, independiente
del sentimiento y la valoración subjetiva del individuo, porque en su juicio ha
de servir para apreciar lo verdadero y lo falso.
Concreto, es decir, que
debe contener algo más que una simple generalidad abstracta y formal, incapaz
de pronunciarse sobre un caso concreto. Nuestro criterio es objetivo, en íntima
conexión con la realidad, es decir, referido a la naturaleza humana con los
instintos e impulsos esenciales a la misma.
Todos los fines desembocan en el fin
último de la posesión del Bien supremo. Para ello hace falta trabajar el libre
albedrío. La libertad se presenta como gran desafío para la correcta conducta.
El intelecto compara y valora las cosas que aspiran los instintos e impulsos
del hombre (deseo, me gusta).
El perro también puede elegir entre dos pedazos de carne, pero
nunca será capaz de reflexionar hacer un
juicio de valor sobre su elección y preguntarse ¿Por qué?.Por ello, Santo Tomás tiene razón cuando
al explicar el libre albedrío, atribuye importancia decisiva a la capacidad del
intelecto, de someter a crítica sus propios juicios.
Considerando lo antes dicho, surge la pregunta:
¿Por qué seguimos soportando con alevosa complicidad vivir en este desorden
establecido? Es que, ¿no somos capaces de levantarnos de nuestra subterránea
existencia?. Hemos sido dotados de inteligencia, voluntad y libertad. Hagamos, entonces,
uso de estos privilegios para gozar de una vida más hermanada y sabrosa. Que
esta Cuaresma ayude a reconstruir nuestra sociedad, comenzando por nuestra reconstrucción personal.
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