La duda de no alcanzar el mes, de poder comprar algo que le falta a nuestros hijos o simplemente, pensar que no podríamos comer mañana, debe ser algo aterrador.
Pero, hay que entender que la “guita” no es un fin en sí mismo. Así se dice que desear la plata con desesperación, como si fuera el dios de todo, es un error, que puede romper relaciones familiares, enfermarnos y llevarnos a la desgracia total.
Pero, el dinero es -nos guste o no- parte fundamental de la vida, y no sólo para costear necesidades básicas, sino para alcanzar objetivos importantes, como el bienestar de la familia, estudiar y recrearse, entre otras necesidades y legítimos deseos.
Alguien señaló: Ser
rico no es malo, de la misma
forma que ser pobre no es bueno,
de modo que el que cuenta con más recursos, producto de sus decisiones, puede
haber actuado con mayor inteligencia financiera que el que no lo tiene en este
momento.
Cuando hablo de personas ricas, estoy refiriéndome a aquellas que ganaron su fortuna de modo legítimo y legal, no me refiero a aquellas que se hicieron inmensamente ricas con operaciones de dudosa procedencia o abiertamente de forma ilegal porque, sean inmensamente ricas, son parias, en espíritu, en moral y esclavos de sus delitos.
El dinero, dicen, es un recurso escaso. Hay que manejarlo con cuidado para protegernos, y hacerlo crecer. Esto es, gastar conforme a las prioridades en la vida, es decir, en lo que es más importante para nosotros, por encima de lo anhelante.
Cuando el amor al dinero llena el corazón del hombre, este nunca está satisfecho. El dinero no da paz verdadera. No puede hacerlo, es poder mentiroso. Da falsa seguridad, pero “nunca cumple sus promesas”. Usemos el dinero, no seamos esclavos de él.
El dinero causa ruinas al corazón humano; gana su confianza, a menudo, incluso lo pervierte y toma el lugar de Dios. El acaparar cosas no da al espíritu, paz ni gozo. El dinero no protege de la enfermedad y, ante la muerte, para nada sirve.
Porque el amor al dinero es raíz de toda clase de males; y hay quienes, por codicia, se han desviado de la fe y se han causado terribles sufrimientos. (1 Ti 6:10-12) No se trata de ser moralista santurrón, sino, de ser prudentes. ¡No somos gorilas con pantalones!
Y agrega: “Pero tú…huye de todo esto. Vive con rectitud,
piedad, fe, amor y fortaleza en el sufrimiento y humildad de corazón. Pelea
la buena batalla de la fe; no dejes escapar la vida eterna, pues para eso te
llamó Dios… (1Tim 6,11-16)
El bienestar y el dinero solo son malos si nos gobiernan. Recibamos de Dios con gratitud. Pero sin olvidar que Dios es el real dueño de nuestros bienes. Pidámosle ayuda para usar como él quiere todo lo que nos da….Y debemos preguntarnos:
¿Agradezco a Dios por lo que me da? Si nos da más, no pongamos el corazón en ellos. (Sal. 62:10) Nada trajimos al mundo y nada llevamos. Sí tenemos abrigo y sustento, contentémonos…la raíz de todos los males es el amor al dinero. (1Tim 6:7-8,10)
¿Cómo vencer la tendencia a amar el dinero? Confiando en Dios, no en el fugaz dinero. Viviendo acorde al agrado de Dios, pues, siendo generoso con el prójimo, ganamos un tesoro. Actuando así hacemos una gran inversión en el banco del cielo (1 Tim 6:17-19)