Al hablar de calumnia nos referimos al acto de acusar a alguien con maldad-ñañá para dañar. Otras veces se calumnia para evitar algún castigo o simplemente por envidia.
El Papa Francisco dijo que la calumnia es fuerza destructora, es algo más que un pecado que nace del odio y busca destruir la obra de Dios. Es una expresión directa de Satanás. “Todos somos pecadores, todos cometemos pecados, pero la calumnia es terrible, peor.
La calumnia apunta, nace del odio, es obra de Satanás. Destruye la obra de Dios en las personas, en sus almas”. “Dónde hay calumnia, está el mismo Satanás”. Esteban, mártir de la Iglesia, llevado ante el Sanedrín, víctima de la calumnia. Sus enemigos lo acusaron de “falso testimonio” y eligieron una pelea sucia, “el camino de la calumnia” (Hch 7:54-8:8) Ya se dijo:
“No sientas odio ni
rencor, pues Dios será quien juzgue. Tú no eres juez de nadie; eres tan solo hijo
de Dios muy amado, como todos nosotros, a pesar de nuestros terribles errores y
pecados”. Pero, no es fácil practicar. Es tarea solo para fuertes y valientes, no para gente enclenque,
frágil-pererī. ¿Qué hacer cuando
dañan mi honor y mi nombre? En la India, se sugirió 3 consejos espirituales:
1. Tómalo de quien viene. El calumniador no sabe lo que es amar, por lo tanto, como decía mi abuela “hay que tomarlo de quien viene”. Sigue adelante y muestra lo fuerte y confiable que en realidad eres. Quien calumnia, si no cambia, se dañará a sí misma.
2. Sé misericordioso. El que sufre murmuración también debe ser misericordioso. No es fácil ofrecer misericordia a quien calumnia y saca el honor de otros, pero hay que pagar mal con bien y recordar que así, somos agradables a los ojos de Dios:
“Bienaventurados serán cuando los persigan y digan con mentira toda clase de mal contra ustedes por mi causa. Alégrense porque la recompensa será grande en el cielo; pues así también persiguieron a los profetas anteriores a ustedes” (Mt 5,11-12).
3. Recuerda que no eres el único que ha sido calumniado alguna vez.
El perdón cristiano no es una simple cuestión de cortesía, dice Mons. Demetrio Fernández. Y agrega que sería una grave injusticia que no perdonáramos a los demás, cuando nosotros somos perdonados con creces y continuamente.
“Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar…hasta siete veces?”. Jesús responde: “No te digo hasta siete veces, sino hasta 70 veces siete” (Mt 18:21-35) Debemos perdonarnos siempre y sin limitación, es decir, perdonar de corazón. ¿Por qué?...
Porque
Dios nos perdona muchos y grandes pecados, mientras que los males recibidos, son
insignificantes, comparando nuestros graves delitos contra Dios y contra el prójimo.
La calumnia: “Puede una gota de lodo sobre
un diamante caer; puede su fulgor obscurecer; pero aunque el diamante se
encuentre de fango lleno, el valor que lo hace bueno no perderá ni un instante,
y ha de ser siempre diamante, por más que lo manche el barro”. Rubén Darío (1881-1885)
Por que...¡Cada vez que perdonamos ganamos un pedacito de cielo!
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