A menudo se oye decir: “Porque me gusta digo y hago lo que quiero y nada más importa” Luego, el marco rector de mi conducta, tácitamente niega la “verdad de las cosas” porque cada quien tiene su propia verdad: ¡Su gusto!
Si lo subjetivo se convierte en fuente de toda verdad y de todo bien, crece la infección del endiosamiento y muchos sufren gravemente de endiosamiento del “yo-che hina”; la mente sólo juzga su propia impresión y así, todos sus juicios le resultan “verdaderos”.
Tomás de Aquino, apela a un ejemplo de fácil comprensión, para ilustrar lo antes mencionado:
“Si el gusto no siente sino su propia impresión, cuando alguien tiene el gusto sano, y juzga que la miel es dulce, formará un juicio verdadero; pero de igual modo, juzgaría con “verdad” el que, por tener el gusto estragado, afirmase que la miel es amarga, pues ambos juzgan conforme a su gusto”.
Desde esta perspectiva se comprende -por ejemplo-, los diarios atropellos a los derechos del semejante, a la sana convivencia humana y a otros tantos males derivados de nuestra amarga chatura cívica: Es que el gusto tiene primacía sobre todo y, sobre todos.
El terrícola progre acentúa la tendencia a hacer de su gusto la medida de todas las cosas y fuente de toda conducta como buena, es decir, se convierte en el rector de sus actos. “El hombre es medida de todas las cosas”, afirmaba Protágoras (485-411 a. C.)
¿No es hora de moler esta red de mentiras arropadas con discursos y frases hechas que inunda el imaginario colectivo? ¿No es ya momento de pensar, decir y hacer lo correcto por encima de lo que, simplemente me “gusta y… todo el mundo lo hace”?
Es necesario vigorizar las tres áreas donde se desarrolla la vida humana, dice C. Díaz: a) En el fuero interno de la conciencia personal, b) en el hogar y la familia y fuera de la propia casa, c) en los ámbitos académicos, culturales y laborales; atrevernos a vivir la verdad, aun cuando ésta nos acarree impopularidad.
No siempre el gusto es buen guía. El irracional gusto provoca muchos males. Porque el simple gusto no es criterio válido para satisfacer apetitos. El gusto debe ser orientado por la brújula del “debo” racional. ¿Libertad es hacer lo que uno quiere? Decimos:
a). Nadie goza de una libertad absoluta. No debe ignorarse valores para actuar. b). La libertad no
solo permite elegir qué, cómo y cuándo hacer. Hay que actuar con inteligencia, es
decir, debemos pensar…para luego…hacer…
Somos libres de elegir, pero elegimos actos que afean y embrutecen
nuestra ya fea conducta cívica. Muchas ciudades
siguen con calles en triste estado, con veredas rotas, basuras y aguas servidas…postal
de nuestro país. Y del caótico tráfico, nada digamos.
Así, toda elección se asocia a previsión de efectos, a calcular daño y beneficios. Es aquí donde entra en juego la moral, la ética, propia de cada persona, de cada grupo, de cada sociedad o de la humanidad entera… ¿Qué tan éticos somos?
Así, toda elección se asocia a previsión de efectos, a calcular daño y beneficios. Es aquí donde entra en juego la moral, la ética, propia de cada persona, de cada grupo, de cada sociedad o de la humanidad entera… ¿Qué tan éticos somos?
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