Adviento es un tiempo que comprende
cuatro semanas que preceden a la Navidad. Son los cuatro domingos anteriores a
la Navidad y forma una unidad con la Navidad y la Epifanía. Espera y preparación para la venida de Jesús
mediante la purificación de nuestro interior.
La Biblia dice que el
Ángel Gabriel, se le apareció a María, indicándole que pronto daría a luz a un niño,
hijo de Dios, Jesús, y su reino no tendría fin. Ese tiempo de espera, es
Adviento.
El término "Adviento" viene
del latín adventus, significa venida, llegada.
Con el Adviento comienza un nuevo año
litúrgico en la Iglesia. Propósito del Adviento es
avivar en los creyentes la espera del Señor. ¡Es, espera y py´á ñemonguetá!...
Vivimos tiempos difíciles y el mal
reina, a pesar de los esfuerzos que se hacen. Entre otros males, acusamos siempre a los otros. Rara vez, a
nosotros mismos. San Agustín llama “hombre sin remedio” a aquel que
ignora sus propios pecados para acusar a los demás.
No busca lo que tiene que corregir, sino
lo que puede morder. Contra este mal espíritu, la tradición cristiana propone
la prédica de la “acusación de sí mismo”, dirá el Papa Francisco. (Cfr. “Sobre
la Acusación de sí mismo” p. 6).
Pero esta sugerencia hoy, chocará con
graves obstáculos: el pensamiento débil del mundo posmoderno y relativista,
juzgará un acto de “baja autoestima y cobardía”, la acusación de sí mismo.
Nunca aceptará que acusarse a sí mismo sea manifestación de valentía. En
puridad, esta sí, no es tarea para cobardes.
La incapacidad de acusarse a sí mismo es
una herramienta que alimenta la soberbia, alejando la valentía y humildad para
reconocer los propios errores. En el edén, Adán acusó a Eva y ésta, a la
serpiente… y hoy sigue la misma historia.
Esta obstinada negativa produce un
hombre “coleccionista de injusticias” al vivir pensando, midiendo y
pesando las injusticias y maldades provocadas por los “otros”. Así las cosas,
vive amurallado por su falsa verdad, en permanente estado de alerta y a la
defensiva.
Entonces, ¿qué tenemos?..Alguien que
siempre acusa y condena, a los demás. Nunca a sí mismo. (cfr. Acusación de sí
mismo p.13)
La inconducta del hombre tecnita pinta
de cuerpo entero lo expresado, pues en nombre de la verdad, pluralidad,
dignidad y libertad, aparecen terrícolas pontificando a voz en cuello, aquí y
allá sobre ética, sin adecuar su “hacer” a sus palabras, al decir de José
Ingenieros.
No es clavando líricamente los ojos en
el firmamento como vamos a producir la conversión que tanto decimos anhelar,
sino poniendo manos a la obra, mediante la revolución personal -dirá Mounier-
que consiste en “apuntar el cañón” hacia nuestras propias iniquidades, es
decir, acusándonos, para limpiar nuestra casa – en este caso – y recibir al ilustre
Niño-Dios.
Dice el P. Francisco: “Aprendamos
a no fiarnos nunca de nuestras sospechas y suposiciones, éstas, están llenas de
malicia y no dejan el alma en paz”: Es la mentira del pensamiento.
Y agrega: “Siendo nosotros víctimas de
las pasiones, no debemos fiarnos absolutamente de nuestro corazón, porque una
regla torcida, hace torcido todo lo que es derecho.
Conclusión: El Adviento es estar atentos
al Señor que viene. ¡Es un tiempo de esperanza! “¡Estar despiertos y
vigilantes!” No es una amenaza. Es una Exhortación. Viene en cada pobre y
necesitado y vendrá al final de los tiempos como Él nos prometió.
Cada uno sabe cuáles son sus “excesos”.
Ya es hora de “despertarnos” de nuestra apatía, nuestra indolencia, y es
preciso luchar con más decisión y arranquemos de raíz todo aquello que puede
desagradar al Señor que viene. Y esperamos al Señor con el corazón limpio y en paz.