Es conocida la parábola que utilizó Jesús, la del buen samaritano (…) y el hombre dijo a Jesús: “El que actuó con misericordia con su prójimo”. Entonces Jesús le dijo: “Ve y haz tú lo mismo” (Lc 10-37).
Esta parábola podría motivar a preguntarnos: “¿Soy buen vecino? ¿Me dejo llevar por el delirio de grandeza para decidir quién es mi prójimo? ¿Hago un esfuerzo por ser un buen vecino, por comportarme respetuosamente como un buen prójimo con los demás?”.
Es decir, aplicar La Regla de Oro: “Así que en todo traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes”. (Mt 7:12) De esta Regla se han desprendido códigos éticos, leyes, e incluso la Declaratoria de los Derechos Humanos.
Honestamente,
¿cuántos cumplimos esta regla? Nuestra ignorante sociedad hace todo lo contrario,
violando derechos, sentimientos y valores de otros, quizá por considerarnos
superiores y con derecho a pisotear derechos de terceros.
Entonces cabe preguntarnos: ¿qué clase de sociedad estamos construyendo, si ya no se respeta al otro? ¿Cómo vivir en armonía rompiendo reglas de convivencia básicas? Si lo que sembramos es pelea con los otros, nuestro aporte es abuso, es decir, pokaré-mbareté.
Si desarrollamos empatía con quienes nos rodean nos convertimos en mejores personas, creamos un clima más armónico y el día a día es más amable.
Considerar al otro el reflejo de quiénes somos y qué tan valioso es nuestro propio sentido ético. Una sociedad decente, noble, fuerte constituye bienestar social, ya que el respeto y la solidaridad vuelven a ser estrellas en la construcción de nuestro entorno humano.
No olvidemos que somos más fuertes como colectivo que como partes. Dejar de lado el “que me importa, hago lo que quiero, che rógape aimé”, es característico del tavy-matonil.
En el artículo “Amar al vecino como a uno mismo”, -revista The Nation Since 1865- la escritora y periodista Lise Funderburg dijo algunas cosas simples que se pueden hacer para lograr buena vecindad:
“Deseo [...] pequeños favores que los vecinos se prestan mutuamente -recoger los periódicos, cuidar de los niños, traer algo de la tienda…
Deseo mantener esa relación de cercanía en un mundo cada vez más distanciado, donde el miedo y el delito debilitan a las comunidades”. Luego añadió: “Hay que empezar por alguna parte, que bien podría ser la puerta de al lado”.
La escritora Marni Jackson dijo: “En la vida, los
vecinos, al igual que la familia, no se eligen. La
relación con ellos requiere tacto, cortesía, tolerancia”. Los buenos vecinos son generosos
Un buen vecino es gran valor. El buen vecino se manifiesta en las adversidades. Hay multitud de relatos sobre actos desinteresados en esas circunstancias. ¡Seamos buenos vecinos!
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