¿Por qué es tan difícil “convivir-vivir
con”, y por qué el desacuerdo surge tan fácilmente? Respuesta: Atacar
es parte de nuestra naturaleza. Pero, la convivencia se construye para aprender
a convivir. Muchas amadas parejas, vivimos en “normales” discusiones.
Libros y conferencias -aquí y allá- nos enseñan que todos somos diferentes y, por tanto, tenemos intereses diferentes, y el conflicto surge ante la diferencia de intereses, así sea escuálidos intereses que no interesan o no debieran interesar, por constituir un vyro reí.
Otro katú he-í: “Todo interés en su origen, tiene una base egoísta. El egoísmo es una condición natural vinculada a la supervivencia del terrícola, por eso la vida privada, económica o política es una competencia de intereses”.
De lo dicho se puede deducir que, como regla, el desinterés no existe. Luego, la educación es el único remedio que nos puede volver menos bestiarios y más humanos, para tener la capacidad de aplazar el interés personal en beneficio del interés general.
El hecho de que los seres humanos vivamos juntos es,
principalmente, por conveniencia. Para sobrevivir, nos necesitamos, pero la
forma de actuar en conjunto debe ser enseñada y aprendida.
"Solamente la libertad que se somete a la Verdad conduce a la persona humana a su verdadero bien. El bien de la persona consiste en estar en la Verdad y en realizar la Verdad". “Veritatis Splendor".
En marzo de este año, cumplimos 42 años de casados, y cada día es un aprendizaje. Vivimos muchos momentos felices, pero no me atrevo aconsejar a nadie, porque sigo limando rudezas del hombre viejo, aunque ya no soy lo que era, no soy todavía lo que quiero.
Creo que un gran desafío -entre otros- es construir nuevas formas de convivencia desde la familia, para mejorar nuestra comunidad y la clase política. No dudo que -aunque muy pocos- tenemos una aceptable cordura individual, pero una baja sensatez colectiva.
Es decir, no logramos construir un modelo de vida donde seamos capaces de postergar nuestros intereses personales, a favor del bien común. Todavía cala hondo en nosotros el cheve che gustá, ndaipori o manadava che rehé y otras perlas propias de nuestra faraónica chatura cívica.
Desear pirá piré es importante, pero no es todo. Muchos adoradores de la “prostituta universal”, al decir de Shakespeare en referencia al dinero- ven impotentes cómo sus hijos se corrompen por consumo de alcohol, drogas, prostitución. O cómo se enloquecen matando o matándose.
La paz de Cristo es “hacer de dos uno solo” eliminar rencor y perdonarse. (Ef. 2,14)
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