¡DEJA VIVIR AL OTRO!
¡Quien no ha dicho u oído decir, algo
así: “La vida es muy corta como para perder el tiempo inútilmente” o, “La vida es tan fugaz… debemos
vivirla intensamente”. Cuesta creer que alguien lo ignore. No obstante, mucha
gente hace lo contrario. Veamos:
¿Cuántos gastan inútilmente su tiempo por
vivir curioseando morbosamente sobre todo lo que hace el otro? ¿Cuánto
tiempo malgastan odiando al otro? Y ¿cuántos seguirán
preocupándose por la “miserable” vida de los demás? …¡Vive tu vida y deja vivir!
Rechaza el rencor que carcome la herida que
te produjeron. No tiene sentido sufrir por lo que ya pasó. El odio daña al
rencoroso, no al odiado. Solo miremos el pasado para disfrutar de las
bendiciones recibidas. El fracaso del otro no es mi triunfo. Luego, ¡Vive
tu vida y deja vivir!
Lo que otros hagan es menos importante
que nuestras acciones y nuestra valiosa vida. Es lo único que importa. Perder
tiempo interesados en lo que otros dicen o hacen, es estupidez. Mejor será
invertir el tiempo para disminuir nuestros propios defectos o,
en cómo aumentar nuestra calidad de vida. Luego, ¡Vive tu vida y deja vivir!
Así las cosas, ¿por qué no tratamos de ajustar
nuestro sistema operativo – ñande aká- al enchufe de vivir el
presente de manera satisfactoria, haciendo el bien, luchando por evitar el mal?...en
clave de ¡Vive tu vida y deja vivir!
La propuesta no es descabellada, pero, supone arduo trabajo.
Es iniciativa de personas de robusta moral, es decir de prudentes, justos,
fuertes y templados. El “Deja vivir” no significa estar de acuerdo con todo lo
que otros hagan. Es simple, ¡no somos sus jueces!
Vivir la vida intensamente, no quiere decir participar
de la loca carrera de hacer y poseer todo, a como dé lugar de cualquier modo, en
el menor tiempo posible, sin interesar los medios para conseguirlos. No
significa vivir como Epulón, despreciando a los Lázaros,
Cuando decimos vivir la vida intensamente, hablamos
de saborear cada momento de nuestra
existencia material y espiritual, sin desperdiciar ninguno de ellos, ya
que la vida se vive una sola vez; el tiempo es tan fugaz que sin darte cuenta (eres
un ser con adolescencia prolongada) se acaba la vida terrena.
Pero, no se inquiete por favor, existe una única
manera lícita de “meterse” en la vida de los demás: cuando se trata de hacer el bien.
En tal caso, no solo nace el derecho, sino además, la obligación de socorrer al
prójimo. Es esta la coronación de una vida solidaria, intensa y feliz.
Así lo había
entendido y vivido
Teresa de Calcuta (1910-1997) “El que no vive para servir, no sirve para
vivir”, interpretando el pasaje
bíblico: "Porque ni aun el Hijo del Hombre
vino para ser servido, sino para servir, y para dar Su vida en rescate por
muchos” (Mc 10:45)
Todo hombre anhela vivir en plenitud, cuya base
es el respeto a los demás. Para que los otros no me molesten, yo no tengo que molestar.
Pero, atención, este “dejar vivir”, no es omnipermisividad “ignorante-mbareté”, para delinquir y luego
reclamar tolerancia, después de agredir como acostumbra nuestra fauna guaraní.
Dejar vivir es aplicar la tolerancia necesaria para vivir en paz
con los demás; quedando muy claro cuáles son los límites de la tolerancia, que
no es permisividad, sino un tóxico libertinaje.
"El perdón es una
decisión, no un sentimiento, porque cuando perdonamos no sentimos más la
ofensa, no sentimos más rencor. Perdona, que perdonando tendrás en paz tu alma
y la tendrá el que te ofendió. Si no tenemos paz en
el mundo, es porque hemos olvidado que nos pertenecemos el uno al otro, que ese
hombre, esa mujer, esa criatura, es mi hermano o mi hermana" (Teresa de Calcuta)
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