¿COMPARTEN MORADA?
Con frecuencia -a juzgar por las noticias que salen a la luz pública-, el funcionario es salpicado en casos de probable corrupción. Pero, la persona afectada, imputada o acusada, se declara víctima por sentirse herida en su “honorabilidad”.
Así, la
honorabilidad es algo ajeno a las acciones. Por algo, Transparencia Internacional,
nos ubica como uno de los países más corruptos de América. La sospecha salpìca a no pocos representantes –muchos
imputados o acusados- cuyas figuras afean y dañan nuestra enclenque y enana
democracia.
Honorabilidad -apunta aquel profesor- es virtud que se obtiene
con conciencia limpia, resultado de una conducta ejemplar y transparente. No basta
con “cacarear” ser dueño de conciencia “tranquila”. Sospechados y delincuentes
han manifestado ante la prensa poseer “conciencia tranquila”.
El Congreso, Justicia, Ministerios y
oficinas del Estado, ¿no están pobladas de planilleros ? Conocida es la respuesta
compadre: ¡No nos metan a todos en la misma bolsa! Es verdad. También es imperativo,
que en la función pública solo debn estar los honestos e íntegros. Pero, no es así.
No es menester arduo estudio para
diagnosticar que la corrupción hizo metástasis en el cuerpo social, de arriba
hacia abajo. La ciudadanía ya tomó el pulso a la fauna política, dictando
sentencia: ¡CULPABLE! Por ello se explica la rabia mal contenida.
Unos ejemplo analizados por Francisco
Martin Moreno ¿Una sociedad honorable entre políticos corruptos? –de Méjico-
que quizá coincida con nuestra fauna guaraní:
- ¿En una comunidad honorable y
respetable el cirujano opera a cambio de unos pesos a pesar de saber a ciencia
cierta que puede curar los males con simples medicamentos?
- ¿El ingeniero que instala alambres y
cobra varilla sin ignorar los riesgos para los futuros inquilinos? ¿El
propietario de un laboratorio que produce y distribuye medicamentos prohibidos
por la Organización Mundial de la Salud a sabiendas de que provocará daños
mayores en los enfermos?
- ¿El agricultor que utiliza
fertilizantes cancerígenos para aumentar sus ganancias, consciente de que
enfermará gravemente a quienes adquieren sus productos? ¿Y el contrabandista
que atenta contra las fuentes de trabajo de sus compatriotas, que gana
ilícitamente y ocasiona daño masivo a la economía?
- ¿Y el juez que interpreta la ley de
acuerdo a los billetes depositados en el cajón de su escritorio enajenando la
justicia al mejor postor? ¿Y el legislador que fabrica leyes contrarias a los
intereses de sus representados a cambio de un puñado de dólares o de algún
contrato amañado con el Estado?
- ¿Y la policía que asesina, amenaza,
roba, tortura y secuestra o pierde a los detenidos tan pronto encuentra el
botín? ¿Y el empresario voraz que compra al líder sindicar en las negociaciones
de los contratos colectivos de trabajo sin detenerse a considerar las
condiciones económicas y sociales de sus empleados y obreros?
¿Y el propio líder que amasa grandes
fortunas al traicionar a sus compañeros que pretendían mejoras laborales?
Y la lista puede seguir….
“Los gobiernos engendran a las instituciones,
las instituciones modelan a los hombres, y los hombre transmiten las buenas o
malas cualidades que reciben de las instituciones”, decía Luis De
Bonald, político y filósofo francés (1754-1840).
Dicen que la política deviene del “arte
de lo posible” donde no falta el juego de las medias verdades. Hay
políticos y políticos. No es justo meter en la misma bolsa
al político
Mandela y al político Hitler.
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