viernes, 5 de abril de 2019

CALUMNIA y VENENO

 ROSTRO DE LA MISMA MONEDA.

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Las palabras son sólo ruido si no nos dicen nada. Las palabras son algo peor que un ruido si nos enseñan mentiras. (Fernando Pascual-Catholic.net) La calumnia, al parecer, se ha vuelto un clásico. Hay terrícolas de lengua larga, venenosa y fácil.
           
Para ellos, toda conducta del prójimo, está bajo sospecha: “El aduanero, se hizo rico en poco tiempo porque nunca vio el contrabando; el comerciante prospera porque roba al cliente; el abogado recién recibido, ya es millonario porque…; el político ganador de elecciones, compró la conciencia del infeliz” y bla, bla…bla.

Ciertamente, los casos señalados y no señalados, constituyen una realidad. Pero, no ha de olvidarse que un universo de personas, aunque mínima, escapa de estas acusaciones.

Es que, nunca falta la maledicencia: Si una señora sale con frecuencia a caminar…es para mostrarse…y si ha logrado un buen empleo, seguro que habrá sido o será “oveja” para el “león”… y siga imaginando todos los ejemplos posibles…

¿Contra quién se monta la calumnia? Generalmente contra alguien a quien se envidia, contra quien se tiene alguna diferencia  o simplemente contra quien no se simpatiza. Lo trágico es que aquellas personas que concentran en sí todos los males señalados, no serán acusadas si son compinches de los calumniadores.

Por ello, la maledicencia es un mundo sucio que ve el mal donde no hay, al tiempo que se torna ciega para ver lo bueno. La calumnia es enemiga de la verdad, solidaridad, respeto. El murmurador empaña lo bueno que hay para que se vea solo lo malo. Nadie ni nada es bueno para el que calumnia.

Quien murmura es infeliz. Su lengua ponzoñosa refleja profunda envidia, una existencia amarga que no tolera ver a alguien que viva honestamente en su trabajo y en su familia.

San Agustín afirma que la envidia es "pecado diabólico por excelencia". San Gregorio Magno muestra la relación entre envidia y maledicencia: "De la envidia nacen el odio, la maledicencia, la calumnia, la alegría causada por el mal del prójimo y la tristeza causada por su prosperidad". < De la abundancia del corazón habla la boca> (Mt, 12-34)

La Biblia dice de este pecado: "Pero si tienen en el corazón amarga envidia y espíritu de contienda, no se jacten ni mientan contra la verdad. Tal sabiduría no desciende de lo alto, sino que es terrena, demoníaca. Porque donde existe envidias y espíritu de contienda, allí hay desconcierto y toda clase de maldad" (St 3, 14-16).

Llega a ser tan miserable quien desparrama semillas de muerte sembrando, aquí y allá, mentiras, haciendo que el débil se vuelva cómplice y elemento multiplicador del mal, al escuchar y divulgar chismes y calumnias, para despreciar y odiar, sin darse cuenta que pronto tragarán sus propios venenos, es decir, serán odiados y despreciados.

Para contrarrestar a los calumniadores: está la Fortaleza. “El acto más propio de esta virtud cardinal no es atacar, sino, resistir. Sólo el que realiza el bien, haciendo frente al daño y a lo espantoso, es verdaderamente valiente.

La paciencia es un ingrediente necesario de la fortaleza. Ser paciente significa no dejarse arrebatar la serenidad ni la clarividencia del alma por las heridas que se reciben mientras se hace el bien”, dirá Tomás de Aquino. Hildegarda de Bingen, (mística, médica, escritora alemana 1098-1179) dice: La paciencia es «la columna que ante nada se doblega».

¿Qué beneficio se gana desparramando veneno en la comunidad? 

 

 


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