Las palabras son sólo ruido si no nos dicen nada. Las palabras son algo peor que un ruido si nos enseñan mentiras. (Fernando Pascual-Catholic.net) La calumnia, al parecer, se ha vuelto un clásico. Hay terrícolas de lengua larga, venenosa y fácil.
Para ellos, toda conducta del prójimo, está
bajo sospecha: “El aduanero, se hizo rico en poco tiempo porque nunca vio el
contrabando; el comerciante prospera porque roba al cliente; el abogado recién recibido,
ya es millonario porque…; el político ganador de elecciones, compró la
conciencia del infeliz” y bla, bla…bla.
Ciertamente, los casos señalados y no
señalados, constituyen una realidad. Pero, no ha de olvidarse que un universo
de personas, aunque mínima, escapa de estas acusaciones.
Es que, nunca falta la maledicencia: Si
una señora sale con frecuencia a caminar…es para mostrarse…y si ha logrado un
buen empleo, seguro que habrá sido o será “oveja” para el “león”… y siga imaginando
todos los ejemplos posibles…
¿Contra quién se monta la calumnia? Generalmente
contra alguien a quien se envidia, contra quien se tiene alguna diferencia o simplemente contra quien no se simpatiza.
Lo trágico es que aquellas personas que concentran en sí todos los males
señalados, no serán acusadas si son compinches de los calumniadores.
Por ello, la maledicencia es un mundo
sucio que ve el mal donde no hay, al tiempo que se torna ciega para ver lo
bueno. La calumnia es enemiga de la verdad, solidaridad, respeto. El murmurador
empaña lo bueno que hay para que se vea solo lo malo. Nadie ni nada es bueno
para el que calumnia.
Quien murmura es infeliz. Su lengua
ponzoñosa refleja profunda envidia, una existencia amarga que no tolera ver a
alguien que viva honestamente en su trabajo y en su familia.
San Agustín afirma que la envidia es "pecado diabólico por excelencia". San Gregorio Magno muestra la relación entre envidia y maledicencia: "De la envidia nacen el odio, la maledicencia, la calumnia, la alegría causada por el mal del prójimo y la tristeza causada por su prosperidad". < De la abundancia del corazón habla la boca> (Mt, 12-34)
La Biblia dice de este pecado:
"Pero si tienen en el corazón amarga envidia y espíritu de contienda, no se
jacten ni mientan contra la verdad. Tal sabiduría no desciende de lo alto, sino
que es terrena, demoníaca. Porque donde existe envidias y espíritu de
contienda, allí hay desconcierto y toda clase de maldad" (St 3, 14-16).
Llega a ser tan miserable quien
desparrama semillas de muerte sembrando, aquí y allá, mentiras, haciendo que el
débil se vuelva cómplice y elemento multiplicador del mal, al escuchar y
divulgar chismes y calumnias, para despreciar y odiar, sin darse cuenta que
pronto tragarán sus propios venenos, es decir, serán odiados y despreciados.
Para contrarrestar a los calumniadores: está
la Fortaleza. “El acto más propio de esta virtud cardinal no es atacar, sino,
resistir. Sólo el que realiza el bien, haciendo frente al daño y a lo
espantoso, es verdaderamente valiente.
La paciencia es un ingrediente necesario
de la fortaleza. Ser paciente significa no dejarse arrebatar la serenidad ni la
clarividencia del alma por las heridas que se reciben mientras se hace el
bien”, dirá Tomás de Aquino. Hildegarda de Bingen, (mística, médica,
escritora alemana 1098-1179) dice: La paciencia es «la columna que ante nada se
doblega».
¿Qué beneficio se gana
desparramando veneno en la comunidad?
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