miércoles, 27 de marzo de 2019

LA ASTUCIA… EMPARENTADA

CON LA AVARICIA


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Para Reflexionar en Cuaresma. Este artículo es parte de una exposición de Monseñor Ariel Torrado Mosconi, Obispo de Argentina, en el Congreso Internacional de la XXXIV Semana Tomista, año 2014, con el lema “Vida virtuosa y vida política”.

Son muchos los análisis que podríamos continuar considerando a la hora de reflexionar los diversos pecados contra la prudencia que tanto daño hacen en el gobierno. Sin embargo, ahora me quiero detener en una de las formas que suele tomar la falsa prudencia, me refiero a la astucia.

Al astuto no le interesa ni la verdad ni el bien. Busca su propio interés mezquino. Obra con rapidez sin importarle la bondad de los medios escogidos con tal de lograr sus propios fines egoístas. La astucia suele presentarse como cierto olfato de supervivencia movido por el amor propio y el orgullo de quien actúa buscando el propio interés.

Se endereza exclusivamente a la posesión de bienes carnales. La astucia es la más típica forma de la falsa prudencia. El astuto es un simulador que se mueve de manera táctica, sin importarle la verdad ni el recto obrar.

Frecuentemente se suele justificar la elección para el gobierno de estas personas que obran con astucia ya que, algunas veces, persiguen u obtienen un fin honesto. Sin embargo, lo propio de la prudencia es que no solo el fin ha de ser conforme a la verdad y al bien, sino también los métodos para alcanzar ese fin bueno.

En efecto, tal como enseña Santo Tomás, no es lícito llegar a un fin bueno por vías simuladas y falsas, sino verdaderas. La simulación, los escondrijos, el ardid y la deslealtad son propios de la mezquindad y se oponen a la magnanimidad que supone la prudencia.

Por eso la astucia nace de la avaricia, con la que guarda un especial parentesco. En efecto, la avaricia consiste en el desmesurado afán de poseer cuantos bienes estime el hombre que puedan asegurar su grandeza y su dignidad.

Ésta es una actitud propia del viejo, que sólo busca seguridades y ha perdido la audacia de la entrega, la renuncia y la abnegación en orden a lograr ideales altos y nobles. Ésta puede ser la razón por la que muchos gobernantes corruptos busquen tener cada vez más poder y dinero; y no se logre atraerlos, ni aun cuando ya sean millonarios, a la grandeza de los ideales de buscar el bien común de los ciudadanos.

Aquí encontramos la raíz de la íntima relación entre política y corrupción. La astucia, por la rapidez en el obrar, a veces se la puede confundir con la capacidad de gobierno. Sin embargo, nada tiene que ver con la idoneidad requerida para tener esta grave responsabilidad.

“Hay un esfuerzo general por suprimir la noción de moral en la familia y en la política. “El conocimiento de Dios sin el de nuestra miseria produce orgullo. El conocimiento de nuestra miseria sin el conocimiento de Dios produce desesperación”, dirá Blaise Pascal. (cfr. Carlos Díaz Corriente Arriba p 55-56)

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