¿VICIOS PRIVADOS, VIRTUDES PÚBLICAS?
“La Fábula de las Abejas”- Vicios privados, virtudes públicas, es en realidad, versión ampliada de “Los sinvergüenzas se vuelven honestos”, publicada en 1714.
Su autor, Bernard de Mandeville, médico
holandés soportó muchas críticas. Pero también, fue admirado, tanto que en 1729,
su obra ya sumaba nueve ediciones.
La fábula habla de una sociedad donde impera
el egoísmo: “Pululaban en el progresista panal engañadores, malos médicos, malos
sacerdotes, malos soldados, malos ministros, mala gente. En fin, el vicio se
hizo costumbre.
Así, tal sociedad les permitía prosperar
atropellando la ley para satisfacer mutuamente la lujuria, el enriquecimiento y
demás vicios... La corrupta sociedad, no obstante, estaba satisfecha.
Pero se produjo un cambio en el espíritu
de las abejas: tuvieron la idea de querer ser honradas y virtuosas.
El amor al bien se apoderó de los corazones y la colmena se vino en ruina.
Jueces y abogados pronto quedaron sin
trabajo. Al vaciarse las prisiones, tampoco se necesitaban carceleros y
verdugos. Como se eliminaron los vicios, desaparecieron las enfermedades y ya
no se necesitaban médicos.
Las abejas honradas, carecían de
ambiciones, no gastaron en lujos, se hundió el sobreprecio de la tierra y de
los edificios. La práctica de coimear fue eliminada.
El resultado fue la ruina de la
sociedad, su empobrecimiento y el abandono del mismo. Luego, las abejas
tuvieron que emigrar para poder sobrevivir”.
Conclusión de Mandeville: Solo
unos imbéciles pueden pretender vivir honradamente, sin robar, ni joder al
prójimo. Es necesario que continúen
el fraude, la mentira y la corrupción si queremos volver a gozar de los dulces
beneficios. (José R. Ayllón – Desfile de Modelos p.134).
Ciertas limosnas (camas de hospital o algunos
kilos de galletas a escuelas, han sido financiadas por gente sospechosa, movidas
por la pretensión de lavar sus conciencias, o simplemente sentirse poderosas,
con eventual síndrome de buenismo.
“En los tiempos que corren, pareciera
que es más atrayente -cuando se elige a un gobernante-, inclinarse por el astuto
y no por el prudente.
Lamentablemente
nos hemos acostumbrado más bien al binomio política-corrupción, como si estas
voces siempre fueran de la mano.
Sin embargo, se
debería hacer política para que las personas y los pueblos sean más virtuosos.
Para ello los gobernantes deberían ser escogidos de entre los hombres y mujeres
más ejemplares del pueblo”, dice Mons.
Ariel Torrado Mosconi.
Así las cosas, en nuestra fauna guaraní
¿sería hoy, imputado Mandeville?
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