“EL HOMBRE ES
MÁS POR EDUCACIÓN…”
“Ética”, dicen, “ciencia de la rectitud de los actos humanos según principios racionales. Por eso decimos que si la ética busca alcanzar fines nobles, justos y buenos, los medios para conseguirlos, también deben ser nobles, justos y buenos. No vale aquello de que “el fin justifica los medios”.
Estamos obligados a elegir, pero no
estamos obligados a acertar: hemos inventado la música de cámara y la cámara de
gas. Por ello es necesario una brújula que nos oriente en el confuso y agitado
mar de la vida: eso es Ética. (José Ramón Ayllón).
Luego, al hombre no le queda más remedio
que diseñar un mundo habitable. Elegir bien para no acabar mal: respetar al otro;
respetarse a sí mismo; abrir los ojos y aprender a mirar; superar la ley de la
selva; no ser lobo para el hombre. Es decir, sostener un esfuerzo inteligente
al servicio del equilibrio personal y social.
Afirma Benedicto XVI: “Para el apóstol
Pablo la verdad era demasiado grande como para estar dispuesto a sacrificarla
en aras de un éxito externo. Para él, la verdad que había experimentado en el
encuentro con el Resucitado bien merecía la lucha, la persecución y el
sufrimiento.
El encargo del anuncio y la llamada al
sufrimiento por Cristo están inseparablemente unidos. En un mundo en el que la
mentira es poderosa, la verdad se paga con el sufrimiento. Quien quiera evitar
el sufrimiento, mantenerlo lejos de sí, mantiene lejos la vida misma y su
grandeza; no puede ser servidor de la verdad, y así servidor de la fe.
No hay amor sin sufrimiento, sin el
sufrimiento de la renuncia a sí mismos, de la transformación y purificación del
yo por la verdadera libertad. Donde no hay nada por lo que valga la pena sufrir,
incluso, la vida misma pierde su valor. "Hablar para recibir aplausos,
decir lo que los hombres quieren escuchar, hablar sometiéndose a la dictadura de las masas…es prostituir la palabra y el alma".
Al trastrabilleo de muchos cristianos se suma la dictadura de lo
políticamente correcto, mucho más sutil que las conocidas hasta ahora, la cual
pretende la complicidad de la religión, una religión que a su vez no puede
influir ni en la forma de conducta ni en el modo de pensar. La nueva dictadura
corrompe y envenena las conciencias individuales, y falsifica casi todas las
esferas de la existencia humana.
La ausencia de Ética, como mínimo
produce: a) Relativismo. “El hombre
es la medida de todas las cosas” (Protágoras), es decir, que todas las
cosas son, en verdad, tal y como a cada uno le parece. Así, el hombre mensura, se ha convertido en la
carta magna del relativismo, al negar cualquier criterio objetivo para
distinguir la verdad de la mentira, el mal del bien.
b) El mbareté. Los atenienses
declararon a los espartanos: “Los que pueden imponerse por la fuerza no tienen
necesidad alguna de justificación”. Entonces, violadas todas las reglas de
conducta y sumergidas en el desorden, personas, familias y ciudades, triunfa la
inmoralidad del “todo vale”…
Para fraguar el carácter es necesario
cultivar virtudes (hábitos buenos). Una vida virtuosa es una vida con sentido.
“Somos lo que pensamos, decimos y hacemos todos los días”. Por ello,
“adquirir desde niños tales hábitos no tiene poca o mucha importancia: tiene
una importancia absoluta”, dirá Luis González-Carvajal.
Todo cambio supone una Revolución
Personal, es decir, el proceso que nace en el instante de una toma de
conciencia revolucionaria, de una rebelión dirigida en primer lugar por cada
uno contra sí mismo, sobre su participación o su propia complacencia en el
desorden establecido, sobre la separación que tolera entre aquello a lo que
sirve y aquello a lo que dice servir. (Cfr. E. Mounier).
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