¿VÁLIDO SOLO PARA CATÓLICOS...?
En 2010, justo el 29 de junio, en la fiesta de san Pedro y san Pablo, Benedicto XVI pronunció una homilía que aclara la importancia del papado para la Iglesia que fundó Jesucristo. Aquí algunas de sus palabras:
«Si pensamos en
dos mil años de historia de la Iglesia podemos observar que - como había
preanunciado el Señor Jesús (cfr. Mt 10,16-33) - no han jamás faltado a los
cristianos las pruebas, que en algunos períodos y lugares han asumido carácter
de verdaderas y propias persecuciones.
«Pero éstas, a
pesar de los sufrimientos que provocan, no constituyen el peligro más grave
para la Iglesia. El daño mayor, de hecho, ella lo sufre de aquello que
contamina la fe y la vida cristiana de sus miembros y de sus comunidades.
«Esta realidad
es atestiguada ya del epistolario paulino. La Primera Carta a los Corintios,
por ejemplo, responde propiamente a algunos problemas de divisiones, de
incoherencias, de infidelidad al Evangelio que amenazan seriamente a la
Iglesia».
Lo creía la
iglesia primitiva: La Iglesia, desde su misma fundación, siempre entendió el
papel prominente de Pedro sobre el resto de los Apóstoles y sobre toda la
comunidad cristiana. Si bien no había aún una definición dogmática del primado
de Pedro - como todavía no la había de nada, ni siquiera de la deidad de Cristo
- era una verdad abrazada por todos conforme se les iba catequizando.
Sólo el tiempo
hizo necesaria la definición o aclaración de las verdades reveladas para hacer
frente a las herejías que iban surgiendo y que pretendían introducir novedosos
cambios a lo que Cristo había enseñado. Pero la ventaja que tales herejías
trajeron para la Iglesia fue que ésta practicó una mayor reflexión acerca de
los tesoros dados por Dios, lo que se tradujo en una comunidad eclesial cada vez
más agradecida de los favores celestiales.
Así, ya desde
finales del siglo VI se celebraba una liturgia latina para glorificar a Dios
por la misión confiada a san Pedro, obispo de Roma, y a sus sucesores.
La cátedra de
Pedro y la Verdad. En otra homilía de Benedicto XVI, dada el 22 de febrero de
2006, explica el Papa: que «cátedra literalmente quiere decir la sede fija del
obispo, colocada en la iglesia madre de una diócesis, que por este motivo es
llamada catedral», y que la sede de Roma «fue reconocida como la del
sucesor de Pedro». Por eso, «celebrar la cátedra de Pedro significa...
reconocer en ella un signo privilegiado del amor de Dios».
Y añade el pontífice: «Entre los numerosos
testimonios de los Padres (de la Iglesia) quisiera ofrecer el de san Jerónimo,
tomado de una carta suya escrita al obispo de Roma. Así escribe Jerónimo: ‘He
decidido consultar a la cátedra de Pedro, donde se encuentra esa fe que la boca
de un apóstol ha ensalzado; vengo ahora a pedir alimento para mi alma allí,
donde recibí el vestido de Cristo.
No sigo otro primado sino el de Cristo;
por esto me pongo en comunión con tu beatitud, es decir, con la cátedra de
Pedro. Sé que sobre esta piedra está edificada la Iglesia’».
Pero quizá no ha habido nadie mejor que
san Ambrosio, obispo de Milán, Doctor y Padre de la Iglesia, para resumir en
pocas palabras la verdad y la riqueza del misterio petrino: «Ubi Petrus ibi
ecclesia; ubi ecclesia ibi nulla mors sed vita aeterna», es decir, «Donde está
Pedro, está la Iglesia; donde está la Iglesia, allí no hay muerte alguna sino
vida eterna».
Afirmación totalmente apegada a lo dicho
por boca de Nuestro Señor Jesucristo: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella» (Mt
16, 18). Fuente: Catholic.net.
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