miércoles, 24 de septiembre de 2014

EL GENOCIDA ECONÓMICO

                                                               ¿Tiene fecha de Vencimiento?

No pasa un día sin que la prensa nos revele cosas y casos de corrupción, por izquierda y por derecha, por arriba y por abajo; en esta o aquella institución pública. Ya lapidariamente el pastor Armín Ihle, ciudadano honorario del Paraguay, ha manifestado que la “corrupción es como una segunda piel”, debido a la impunidad que brinda el dinero mal habido, y que tanta difusión ha tenido en los últimos tiempos.

Lo peor es que ahí están circulando como reyes de la bamba de la corrupción. Y, para colmo, alardeando de que el mal que hacen lo perpetran “legalmente”, invocando cualquier argucia legal derivada de un entramado jurídico, acomodado por quienes participan de sus mismos principios corruptos, según hartas denuncias al Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados. (cfr. Castigo Jueces y Fiscales p.21 -ABC 14.09.14)

Así las cosas, hinca la curiosidad de preguntarse: ¿perciben estos genocidas la putrefacción del mal en la que están instalados?. Porque al exhibir impúdica y grotescamente sus bienes, desprecian olímpicamente la prudencia. Al contrario, se manifiestan con la mayor impunidad, arropada de intimidatoria prepotencia, mal disimulada, en ciertos casos.

Por todo ello, dicen Alberto Gil, Aritz Intxusta y Patxi Zamora: “ya va siendo hora de hablar de genocidas económicos –pertenecen a la misma familia de idiotas morales -, porque el mal que hacen es cada vez mayor. La corrupción, el envilecimiento moral a cambio de hacerse ricos, la ambición de medrar “robando legalmente al tesoro público”, produce en la sociedad más daño que cualquiera de los crímenes perpetrados por un desaprensivo”.

Hace unas décadas, el profesor Norbert Bilbeny acuñó la expresión «idiota moral». Con ella se refería a aquel individuo que, teniendo un desarrollo óptimo de su inteligencia, era incapaz de distinguir las implicaciones éticas de sus actos y decisiones, es decir, incapaz de discernir la naturaleza moral de sus actos.

Asegura que los idiotas morales no tienen juicio práctico, admiten que el fin justifica los medios y lo peor: no logran usar la capacidad de pensar, de la que, sin duda, están capacitados. Agrega que los idiotas morales tienen los “ojos abiertos pero los sentidos cerrados”. Qué paradoja: ¡Son inteligentes, pero no piensan!.

El idiota moral no se cuestiona a sí mismo, porque no piensa: ha castrado esa capacidad innata del ser humano, la que en algún momento lo distinguió de los seres inferiores. Observando con tristeza la chatura cívica y moral de nuestros compatriotas, preguntamos: ¿Cuántos de estos ejemplares compiten en nuestra fauna guaraní……?

El genocida económico resulta problema grave, porque se zambulle a sus anchas en sus “piletas” de descomposición ética y moral, "generalmente", respaldada por la Ley. Y una ley que permite tantos casos de corrupción, hoy a la Luz pública, una ley que cobija forajidos y ladrones no puede ser una ley justa y buena. Con razón, llueven por todos los costados denuncias contra quienes debieran cumplir y hacer cumplir las normas.

Si la resistencia ciudadana ante tantos desatinos se levanta decidida a decir ¡basta al robo!, los genocidas económicos, Sí, tienen fecha de caducidad. 

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