jueves, 28 de marzo de 2013

LAS PALABRAS-TRAMPA


¡Dulcemente engañosas!

En esta era del todo-vale, el lenguaje, también es utilizado para el engaño y la mentira. Las palabras tienen el poder de fascinar, encantar o herir. Las palabras-trampa escuchamos aquí y allá, ayer y hoy, en boca de políticos, en letras de canciones, en entrevistas televisivas, en programas infantiles y demás etcéteras. Aquí y por razones de espacio, citamos algunos términos engañosamente prostituidos:

Amor. Palabra noble, pero asociada – por ejemplo - al sexo libre y desordenado que se traduce en pura satisfacción del acto perril. En tal acto sólo se comparte “carne”. Amor es entrega recíproca y desinteresada que dos personas se hacen de por vida. (Hoy este pensamiento resulta talibanesco, transnochado, una “pelada”, diría el estamento juvenil)
Amor es tocar pobres, dolerse con el doliente, gastar y “gastarse” por el necesitado, visitar enfermos desechados y malolientes – en las calles, en su pocilga o en hospitales. Eso es amor.

Derecho. Palabra deliciosa y cautivante. Siempre hablamos de nuestros sagrados derechos humanos contemplados en la Constitución. ¿Tienen derechos a matar una vida por nacer la mamá, el médico, el juez o cualquier terrícola... y los derechos humanos del niño por nacer...? ¿Tengo derecho a hacer lo que quiero, sólo porque me gusta y puedo? Y... ¿Qué... de mis deberes..?

Paz. Palabra pronunciada por todos una y otra vez. Pero la idea de tan anhelada palabra resulta una suerte de “cloroformo mental”, pues al tiempo que se repite como mantra, muchos propician todo tipo de guerras; en casa, en la calle, en la escuela, en el vecindario... Decimos buscar la paz, pero no abandonamos el conflicto.

Libertad. No se ignora que a lo largo de la historia tantas personas han dado su vida por la libertad. Esta palabra provoca elevados sentimientos. Hoy la hemos prostituido al darle credencial de “libertinaje”, es decir, hacer y decir todo lo que me place, sin medida y sin límites. Verdaderamente libre es el que pone límites morales a sus acciones, de lo contrario, todo le es lícito: droga, poder, dinero sucio. Hoy se opina que drogarse es una opción, tanto como es la sexualidad, el aborto, el suicidio, es decir, todo el mal que quiero y puedo, es opcional.

Democracia. Dicen que es el gobierno del pueblo que delega a otros que lo representen, pero bajo su control continuo. Según Rousseau, “el pueblo es el único que tiene poder y siempre lo tiene que ejercer cuando se deciden leyes que le interesan”. Es un ideal lejano. Un pueblo ignorante no sabe distinguir entre democracia y dictadura.

Hoy es lamentable ver cómo en nuestro fracturado país cualquiera hace lo que quiere, destruye, agrede, golpea, viola todo lo que puede y quiere... en nombre de la democracia. Si alguno quema basura, rompe tímpanos de terceros con polución sonora o dispara su arma de fuego al aire, etc, etc,...ante algún requerimiento, expondrá con insólita estupidez: ñaimé ningo democracia pe. ¿Qué decir ante esta cruda y doliente realidad?

Tomo las palabras del periodista Rafael Cid para decir que, en nuestra maltrecha democracia al parecer: “lo importante no es la verdad, sino lo que se cuenta, se dice o se propone como verdad, que por regla general es mentira.
                                       Apreciados lectores, les deseo una bendecida Semana Santa.  

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