¡Dulcemente engañosas!
En esta era del todo-vale, el lenguaje,
también es utilizado para el engaño y la mentira. Las palabras tienen el poder de
fascinar, encantar o herir. Las palabras-trampa escuchamos aquí y allá, ayer y
hoy, en boca de políticos, en letras de canciones, en entrevistas televisivas,
en programas infantiles y demás etcéteras. Aquí y por razones de espacio,
citamos algunos términos engañosamente prostituidos:
Amor. Palabra noble,
pero asociada – por ejemplo - al sexo libre y desordenado que se traduce en
pura satisfacción del acto perril. En tal acto sólo se comparte “carne”. Amor
es entrega recíproca y desinteresada que dos personas se hacen de por vida.
(Hoy este pensamiento resulta talibanesco, transnochado, una “pelada”, diría el
estamento juvenil)
Amor es tocar pobres, dolerse con el
doliente, gastar y “gastarse” por el necesitado, visitar enfermos desechados y
malolientes – en las calles, en su pocilga o en hospitales. Eso es amor.
Derecho. Palabra
deliciosa y cautivante. Siempre hablamos de nuestros sagrados derechos humanos
contemplados en la Constitución. ¿Tienen derechos a matar una vida por nacer la
mamá, el médico, el juez o cualquier terrícola... y los derechos humanos del
niño por nacer...? ¿Tengo derecho a hacer lo que quiero, sólo porque me gusta y
puedo? Y... ¿Qué... de mis deberes..?
Paz. Palabra
pronunciada por todos una y otra vez. Pero la idea de tan anhelada palabra
resulta una suerte de “cloroformo mental”, pues al tiempo que se repite como
mantra, muchos propician todo tipo de guerras; en casa, en la calle, en la
escuela, en el vecindario... Decimos buscar la paz, pero no abandonamos el
conflicto.
Libertad. No se ignora
que a lo largo de la historia tantas personas han dado su vida por la libertad.
Esta palabra provoca elevados sentimientos. Hoy la hemos prostituido al darle
credencial de “libertinaje”, es decir, hacer y decir todo lo que me place, sin medida
y sin límites. Verdaderamente libre es el que pone límites morales a sus
acciones, de lo contrario, todo le es lícito: droga, poder, dinero sucio. Hoy se
opina que drogarse es una opción, tanto como es la sexualidad, el aborto, el
suicidio, es decir, todo el mal que quiero y puedo, es opcional.
Democracia. Dicen que es el gobierno del pueblo que
delega a otros que lo representen, pero bajo su control continuo. Según
Rousseau, “el pueblo es el único que
tiene poder y siempre lo tiene que ejercer cuando se deciden leyes que le
interesan”. Es un ideal lejano. Un pueblo ignorante no sabe distinguir entre
democracia y dictadura.
Hoy es lamentable ver cómo en nuestro
fracturado país cualquiera hace lo que quiere, destruye, agrede, golpea, viola
todo lo que puede y quiere... en nombre de la democracia. Si alguno quema basura,
rompe tímpanos de terceros con polución sonora o dispara su arma de fuego al
aire, etc, etc,...ante algún requerimiento, expondrá con insólita estupidez: ñaimé
ningo democracia pe. ¿Qué decir ante esta cruda y doliente realidad?
Tomo las palabras del periodista Rafael
Cid para decir que, en nuestra maltrecha democracia al parecer: “lo
importante no es la verdad, sino lo que se cuenta, se dice o se propone como verdad, que por regla general es mentira.
Apreciados lectores, les
deseo una bendecida Semana Santa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario