jueves, 12 de julio de 2012

VIRTUDES CARDINALES (FIN)


La Templanza

¿Qué se entiende en el lenguaje de hoy por moderación o “templanza”?. Posiblemente sea acertado decir que este vocablo se ha desdibujado tanto que se entiende sólo por no comer ni beber en cantidad hasta hiper-saturar el estómago. Templanza es mucho más que eso.

Templanza es: ¡orden en el interior del hombre!. Es tranquilidad de ánimo, de dominio del núcleo activo donde se cuecen las decisiones del hombre (cfr. J. Pieper “Las Virtudes” p. 228), es decir, templanza es poner disciplina al propio “yo”. ¿Cuántas almas hoy se encuentran privadas de su libertad, por  desorden en el más íntimo y profundo de su yo, hasta su autodestrucción?. Gente que mata a sus seres queridos, esposas, hijos, padres, hermanos... en un momento de “tsunami” interior no controlado, son claros ejemplos.

No desconocemos la tendencia natural hacia los placeres de la comida, bebida y deleite sexual. El libro de Sabiduría 1-14, manifiesta que todo lo constituido por Dios es bueno y útil. Pero hace falta la virtud de la templanza para no prostituir lo bueno. La falta de sobriedad, en los deleites del gusto y lujuria, es ausencia de templanza.

El hiperconsumo de ciertos programas televisivos basura, arropadas de “entretenimiento familiar”, no son sino culto a la pornografía de la manera más canallesca posible. Hoy se anuncia, publicita y patrocina, como gran timbre de gloria el perreo exótico (programa Tv “baila conmigo”), el público grita y aplaude el movimiento de cópula sexual como si fuera un excelso arte. Esto es simplemente ansiedad de lujuria devoradora o manía patológica.

No me sorprendería que este artículo, como otros, tropiece con reacciones negativas, porque para muchos, lamentablemente, da lo mismo haber nacido y vivido como perro, chancho o vaca. No es raro, por tanto, que las virtudes y sobre todo, la templanza esté en peligro de asfixia, debido a la “cosificación” del hombre, perdido y entregado al mar del absurdo y del pecado que son sencillamente obra y reino del diablo.

El adulterio, por ejemplo, es sólo una de las formas de “acribillar” la templanza y la justicia. Recordemos que el cristianismo jamás excluyó el placer sensible; no sólo lo llamó “permitido”, sino positivamente bueno (cfr. P.248). Pero mal entendido el goce sensible, es peligroso y mortal: ¿Cuántos matrimonios y familias ha destrozado la lujuria? ¿Cuántos cristianos “comprometidos” están atados a las pesadas cadenas del perreo aquí y allá, ahora y más tarde?

Finalmente, y sin pretender dictar cátedra de moralidad, se recuerda que “El ser del hombre consiste en ser de acuerdo con la razón” Así las cosas, se deduce que la inteligencia no debe ser aplastada por la voluntad. El yo debo, ha de ser guía del yo quiero. La esencia de la lujuria es el egoísmo. Si ya no podemos recuperar matrimonios rotos por causa de la lujuria, protejamos y no sumemos más desgracias familiares, mediante la práctica de la Templanza. ¡Amén!



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