miércoles, 11 de julio de 2012

VIRTUDES CARDINALES (IV)


La fortaleza

Ser fuerte supone vulnerabilidad, porque sin ésta, no se daría ni siquiera la posibilidad misma de la fortaleza. Ser fuerte o valiente significa poder recibir un golpe o una herida, esto es, todo lo que acarrea daño y dolor, lo que inquieta y oprime; todo lo negativo que sucede en contra nuestra, nos enseña Josef Pieper en esta serie de artículos referidos a las Virtudes Cardinales.

El “desatino lingüístico” confunde Fortaleza con “estúpida bravuconería”, casi siempre comparado con un entusiasmo de bajo precio, que ostenta el “mbareté”, todavía tan arraigado, encumbrado y aplaudido en nuestra fauna paraguaya. Esta despreciable práctica aun vive saludable en expresiones como: ¡No sabés con quién te metés; yo soy fulano....; pagarás muy caro tu atrevimiento y demás etcéteras! ... hartos conocidos.

Fortaleza no es solamente aceptar el martirio de miles de santos. Es también, aquí y ahora, combatir el mal, de una manera ordinaria, pero extraordinariamente bien. Ej. “Advertir con delicadeza a cualquier chofer de un rodado sobre el grave peligro que corre la criatura sentada en su regazo, mientras conduce”. Ello supone fortaleza - pues aunque orientada al bien - es posible recibir como respuesta una sarta de improperios por parte del simio/a al volante.

Al hacer frente al peligro de recibir “palabrotas” como respuesta a una acto noble, no es el peligro lo que la fortaleza busca, sino la realización del bien que aconseja la razón. Y el ejemplo señalado resulta ínfimo cuando de fortaleza se habla.

¿Por qué no hacemos lo mínimo que debemos?.  Eludir el compromiso de hacer lo que dicta la razón, es cobardía. Pero la expresión lingüística moderna pronto acudirá a narcotizar la conciencia; la cobardía, entonces, se metamorfoseará en “prudencia” Así, la ocasión de hacer el bien practicando la corrección fraterna en el caso concreto del chofer irresponsable, se nos irá de las manos.

La prudencia es condición necesaria de toda virtud moral. Sin prudencia no hay justicia, fortaleza ni templanza, porque las tres son tales, mediante la prudencia. Alguien dijo alguna vez: “Sólo el más fuerte es el que cede”. Haría mucho bien meditar este aserto, aparentemente contradictorio.

La fortaleza es un “don”, un “regalo” y se recomienda pedirla al Dueño de Todo. Nadie es fuerte y valiente por mérito propio. Ni hay dinero suficiente para comprarlo. La Sagrada Escritura nos recuerda: “Pues no fue su brazo ni su espada lo que les dio la victoria; ellos no conquistaron la tierra. ¡Fue tu poder y tu fuerza! ¡Fue el resplandor de tu presencia, porque tú los amabas! (Salmos 43-3).










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