miércoles, 11 de julio de 2012

VIRTUDES CARDINALES (III)

                                                                         La Justicia

La corrupción de la justicia tienes dos causas: “la falsa prudencia del sabio y la violencia del poderoso”, afirma Santo Tomás de Aquino. “La más grande y repetida forma de miseria a que están expuestas los seres humanos consiste en la injusticia, más que en la desgracia”

La justicia es el modo de conducta (habitus) según el cual un hombre, movido por una voluntad constante e inalterable, da a cada cual su derecho”. Pero, ¿qué significa dar a cada su derecho, lo suyo?


Ser justo significa reconocer al “otro” como a uno mismo, es decir, estar dispuesto a respetarlo, cuando por el motivo que fuere, no se le puede amar. E. Mounier dice que ser justo es comprender que hay un semejante que no se confunde conmigo, y que tiene derecho a lo que le corresponde. La persona justa es tal en la medida en que confirma al otro en su alteridad y procura darle lo suyo.

Siguiendo la línea de lo escrito, cabría preguntarnos: ¿en qué medida entendemos, esto que decimos conocer? y, ¿Cómo se explica el “jaikuá pa voí ningo chamigo” tan profundamente “troquelado” en nuestra fauna guaraní?. ¿Podrían responder las autoridades de los tres poderes del Estado? ¿Podríamos respondernos cada uno de nosotros? ¿Cómo y quién está en condiciones de calificar una acción justa cuando el actor no es justo; y lo mismo podría decirse de un acto de injusticia, sin ser por eso injusto?

Quien actúa arrebatado por su fanatismo causa daño a otro, es injusto y comete injusticia, pero no por eso, se puede afirmar que él sea injusto. Sería muy saludable preguntarnos, ¿cuántas injusticias hemos cometido, tan sólo en el transcurso de la semana, al prejuzgar/condenar/favorecer el tan desagradable, tanto para unos como para otros, el tan mentado juicio político a Lugo?.

Nos dice J. Pieper que el mayor infortunio es el poder injusto, porque nada ni nadie puede sustraer al poderoso de la realización de una injusticia.... salvo su propia justicia. Todo el mundo depende de que los gobernantes sean justos. Un caso de los miles...¿Qué hace la justicia en el sonado caso de la alegre desaparición de 176 millones de dólares de la Caja de Empleados de la Itaipú (Cajubi)?

Verdad es que en todo el mundo reina la injusticia, pero en nuestro país ella es soberana. Lo reconocen públicamente, incluso, los propios jueces y fiscales. Pregunte a miles de victimas de la injusticia en nuestro fracturado país de sus dolores y decepciones y tendrá como respuesta: Al parecer no tenemos hombres aptos para ejercer el oficio de gobernantes ni de jueces con un mínimo de decoro.

Nadie ignora que somos, lamentablemente, un país sin credibilidad (kachiái), donde el pretor/tahur de turno sólo se ocupa de acaparar cuanto puede durante su periodo de mandato. ¿Cómo no disentir del insigne Roa Bastos al lamentarse que el “Paraguay se ha casado con el infortunio! Hubiéramos sido un país poderoso si no fuéramos tan corruptos. La justicia en alas de venganza y sin misericordia es crueldad.



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