sábado, 13 de agosto de 2011

AUTOESTIMA (II)

                            Colosal desafío hoy

En el artículo anterior ya hemos comentado someramente sobre la autoestima. En esta ocasión, quisiera extenderla un poco más.

La autoestima requiere necesariamente aceptarse a sí mismo, con defectos y debilidades, con talentos y perspectivas. Si nos auto-rechazamos, abrimos ancho camino hacia el desequilibrio emocional, provocando actitudes que resultan repelentes.

Sin embargo, el aceptarse a sí mismo, no significa congraciarnos con las debilidades. Reconocer los errores, supone ciertamente, encaminarnos hacia la autoexigencia, para pulir nuestros vicios, sin prisas pero sin pausas.

Aceptarse a sí mismo, significa tomar conciencia de nuestras virtudes y vicios y además, proponernos firmemente iniciar una revolución personal contra las flaquezas que aquejan nuestra existencia. En palabras de Mounier, revolución personal la entendemos como inicio del proceso de conversión, proceso que ya no debe parar hasta el final de nuestros días.

Vivimos para triunfar y sólo triunfaremos con esfuerzos venciendo - por ejemplo - ignorancia y pasiones que nos hacen consumidores consumidos por el consumo que nos consume, por cuya causa nuestra estima depende de las cosas que poseemos, cuando en realidad, son cosas las que nos poseen, al decir de C. Díaz.

El que se acepta a sí mismo no necesita de prótesis para su cuerpo, ni liposucción sólo para “sentirse bien”. Así las cosas, el de estatura física baja no querrá ser espigado; el blanco no querrá ser moreno, bronceándose hasta descascararse la piel; el flaco se contentará como es, y el gordo, también.

Es decir, quien se estima no mutila su cuerpo ni con tatuajes, ni con argollas colgando de narices y orejas. Quien se estima no se esclaviza por la moda. Está contento consigo mismo, sabe lo que quiere y quiere lo que sabe pues vive sobriamente al no prostituir su mente, ni su cuerpo y menos su espíritu. Es dueño de sí mismo y no, marioneta que baila al son rítmico dictado por alguien que aparece como un ídolo.

¿Qué fue del encanto desfigurado, frustrado y frankensteniano Michael Jackson? Se ha hecho rehacer la cara, desrizar el pelo, blanquear la piel, se ha reconstruido minuciosamente hasta convertirse en un famoso niño-prótesis, en un embrión de todas las formas soñadas de mutación, nos dice el Dr. Antonio Cruz.

Preferimos ser copias antes que originales. No amamos nuestro cuerpo como es, o no nos queremos como somos, preferimos ser lo que no somos, y así peregrinamos de este taller a otro, tratando de “reparar-tunear” la cara, nariz, nalgas, lolas y demás etcéteras.

¡Somos importantes porque somos personas y ser persona es un privilegio en el mundo!. Nuestra autoestima no debe depender del “cuerpo perfecto” del reino de la apariencia, de la estética, sino de la Ética.


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