lunes, 29 de agosto de 2011

LA SOBERBIA....

                                           ¡GRAVE ENFERMEDAD CEGADORA!!

Soberbia es uno de los siete pecados capitales. Capitales por que es cabeza y tiene paternidad sobre otros vicios. Así nos lo han enseñado desde pequeñitos, aunque sin comprender ni antes, ni ahora, el alcance y las tenebrosas consecuencias en la destrucción del hombre.

Santo Tomás de Aquino dice que “todo error tiene por causa la soberbia”. La soberbia es el “apetito desordenado de la propia excelencia. Soberbios, por tanto, son aquellos que andan por encima de sí mismos.

Quieren estar por encima de todo y de todos, sin someterse a ninguna norma vigente. Sienten repugnancia por todo lo que les puede señalar sus límites. Por consiguiente, el soberbio rechaza todo lo que no puede dominar o alcanzar.

Los soberbios no quieren ser enseñados por nadie, ni siquiera por Dios, porque se juzgan sabios y prudentes. Se deleitan en su “propia excelencia” y terminan sintiendo desprecio por la excelencia de la verdad. Como decía el filósofo francés Etienne Gilson, “los hombres somos muy aficionados a buscar la verdad, pero reacios a aceptarla” dice A. Orozco Delclós.

Lo antes mencionado, con hartazgo y lamentablemente, se evidencia en personas competentes en determinadas materias – galardonados tal vez – con varios títulos académicos, cuyas conductas son absolutamente reprobables. Violan impunemente básicas normas de tránsito, rompen elementales reglas de convivencia humana, actúan con deliberada prepotencia aquí y allá, y demás etcéteras que tanto caracteriza a nuestra fauna guaraní.

La indebita magnificatio hominis - la injusta exaltación del hombre – tiende a la creación de una media verdad, subjetiva verdad; a la de caminar con asiduidad de contramano al sentido común, que finalmente, condena al hombre a vivir su existencia con estúpida ilusión.

Ciertamente – nos recuerda A. Orozco D. – se puede errar sin soberbia, por deficiencia de nuestro entendimiento. Pero – como San Agustín en su juventud – no hagamos un “dios” de nuestro propio error. (Confesiones)

Propósito de talla ha de constituir un vivo deseo: pulverizar esta pesada cadena, llamada soberbia, ¡ahora mismo!. Amén.

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