¿Por qué repudiamos hablar de la desagradable muerte, si además, nadie ni nada lo puede evitar?.... ¿Por qué la inteligencia humana elude abordarla?
Para el terrícola de hoy, morir es asunto incómodo. Ya decía el filósofo J. Baudrillard: “las sociedades salvajes a las sociedades modernas, la evolución es irreversible: poco a poco los muertos dejan de existir”.
Antiguamente, la muerte no se ocultaba…era parte en la vida social. Morir era visible, público, expuesto, normal. Ahora el homo digital percibe la muerte como “una rareza impensable […] un extravío incurable”. (John Berger)
“Sin nuestro “permiso” Dios nos creó con ansias de vivir eternamente. Pero, ante la parca ¡no hay escapatoria! ¿Nos casaremos, enfermaremos, seremos exitosos?... no lo sabemos, pero sí sabemos, sin dudar que todos moriremos, sin falta-katuete.
Un dolor o pena, por muy grave que sea, creemos que desaparecerá. Pero morir, no podemos evitar. Todos sabemos que el fin llegará; y nadie sabe cuándo ni cómo.
La pregunta: si vamos a morir ¿qué sentido la vida? Según Sócrates “el hombre que no piensa sino en vivir, no vive”. Vivir y morir forma parte del ciclo de la vida, aunque a muchos “inteligentes” les cueste aceptarlo.
Luego, la parca aterroriza y la mejor estrategia del tonto-homo vyrus, es auto-engañarse rechazando la realidad. Entonces, sufre tanatofobia (trastorno por ansiedad-depresión) por miedo-kyhyje a su propia muerte.
No querer morir es natural; es gran dilema cuando el miedo paraliza. Cuando llegan los ataques de pánico, ansiedad o cuando se torna obsesivo, es ocasión de buscar ayuda.
“Nos hará bien pensar: ¿Cómo será el día en el que esté ante Jesús…al preguntarme sobre los talentos que me dio: qué hice con ellos? ¿Cómo recibí su Palabra…con corazón abierto? ¿Hice germinarla por el bien de todos o lo escondí?” (P. Francisco)
No conviene enfrentar la muerte con angustia. No
es saludable. Vale la pena pensar como cristianos y cumplir con nuestros deberes.
Los muertos ya no están. Los vivos necesitamos ganarnos esa vida eterna junto a
Dios.
No es bueno ser imprudentes y decir “no temo a
la muerte”, porque podemos pecar por medio del robo, adulterio, corrupción,
drogas, etc. El descuido hace olvidarnos que fuimos creados por Dios para vivir
con rectitud y al morir, encontrarnos con Él.
En la muerte hallamos un sentido para nuestra vida
eterna….ya que no estamos condenados a ser alimentos de gusanos, sino, “ciudadanos
del cielo”. (Fil. 3:20)
Todo ser humano tiene dignidad, que es la base de igualdad de todos los hombres entre sí. El rico y el paria; el tonto y el sabio…somos iguales… todos tenemos: * El mismo origen; * La misma Naturaleza; * La misma vocación y El mismo destino.
La
novedad esencial de la muerte cristiana se da por el Bautismo; el cristiano
está ya “muerto con Cristo”, para vivir una vida nueva. Muerto
con Cristo al pecado, como decimos al renovar nuestras promesas bautismales en
la solemne vigilia de Pascua.
San Pablo afirma: “Para mí, la vida es Cristo y morir una ganancia” (Flp 1: 21). “El conocimiento de Dios sin el de nuestra miseria produce orgullo. El conocimiento de nuestra miseria sin el conocimiento de Dios produce desesperación” (Blaise Pascal).
Vivir cada día como si fuera el último, es de inteligentes. “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn, 15) Morir en gracia, es la llave para llegar al Cielo. Morir causa tristeza, pero no nos puede vencer. ¡Ñandejara es vía a la vida eterna!