Todos los “terrícolas” nacemos hambrientos, necesitados y con tendencias al mal, o sea, no perfectos. Y conociendo esta realidad, las faltas nos duelen en muchos casos.
Lo sentimos como culpa que produce cierta intranquilidad moral, como punzada, como un “tuque ético”, sobre todo, si cargamos en nuestra “mochila”, algunos hábitos éticos.
Según el P. Fernando Pascual, las tradiciones religiosas incorporaron formas de lavar esas manchas que, inevitablemente
terminan manchando nuestra biografía. Pero hoy, con la gran crisis de fe, y sin
ningún tipo de inquietud, ¿quién perdona los pecados?
Si es vital prevenir, curar y vacunarse ante los virus del cuerpo, también lo es, ante el terrible virus de la corrupción que nos está matando. Luego, es urgente, además de las medicinas para el cuerpo, también vacunarse contra el “virus-cáncer” del alma.
Entonces, es preciso la confesión asidua, la Eucaristía, oraciones y lecturas espirituales, para que soportemos el “virus del pecado”, pandemia que azota al hombre, luego del “fatal error gastronómico, ocurrido en el paraíso”, como diría graciosamente Michel Korda.
Sufrimos, la corrupción ejercida por una mayoría de gobernantes y gobernados. Los odios se activan, los asaltos, drogas y demás crímenes no paran…rompen conciencias y dañan las relaciones.
“A mi consulta, acuden con frecuencia personas atribuladas. Cuentan sus dolores, penas y alguna que otra culpa. Estamos perdiendo el arte de escuchar, acompañar, transformar los errores en oportunidades de reconciliación o de mejora”, dice el Dr. Salvado Casado.
Lo que no cambia es el peso de la culpa, el dolor moral que queda tras un error que no nos perdonamos, ni perdonamos a otros.
Ni los profesionales sanitarios ni los psicoterapéutas somos los más indicados para operar en este nivel, pero tristemente, en muchos casos somos los únicos disponibles”. ¿Enseñamos a nuestros hijos a manejar sus errores y la culpa que de aquellos se deriva?
Sería bueno que lo hiciéramos del mismo modo que les enseñamos a lavar sus manos antes de las comidas. Los africanos tienen mucho que enseñarnos a este respecto. El manejo que hacen de estos temas suele ser mucho más sano psicológicamente.
Tenemos en Cristo el mejor médico para curar los daños provocados por los virus del alma. El Señor Jesús nos invita a confiar en la misericordia de Dios Padre, y pone en marcha una Iglesia, que junto con nosotros, es su Cuerpo.
¡Como hay peligros de contagio para el cuerpo y para el alma, nos prevenimos! Estemos alertas para que no maten el amor a Dios y a los hermanos. “Virtud no es una higiene moral por la cual me limpio. Son hábitos operativos…. hay que actuarlos”.
¡Es malo sufrir pero es muy bueno haber sufrido…! dijo con sabiduría San Agustín, que lejos de ser un culto al dolor, es oda a la mirada renovada que el dolor transitado desde la entereza y dignidad, saboreamos cuando salimos fortalecidos de la adversidad.
¡Quien no tiene Cuaresma (tiempo de reflexión, caridad y perdón) … no tiene Pascua!
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