“Participar en la vida pública" a veces es confusa para los fieles. Por eso, la Congregación para la Doctrina de la Fe publicó una nota doctrinal titulada: La Participación de los católicos en la vida política para aclarar las enseñanzas de la Iglesia. (Fuente: Zenit.org).
“Para
animar cristianamente -en servir a la persona y a la sociedad- los fieles
laicos no deben abdicar de participar en la "política" (…) económica,
social, legislativa, administrativa y cultural, destinada a promover orgánica e
institucionalmente el bien común” (Juan Pablo II)
Todos los ciudadanos tienen la obligación de seguir
la ley moral natural. Pese a que la Iglesia no entra en la política con el
objetivo de apoyar partidos políticos y de influenciar indebidamente a
gobiernos legítimos, la Iglesia tiene el deber de enseñar con firmeza lo que es
verdad.
El Estado no debe hacerlo todo. También somos responsables del bien común, las personas, las familias, es decir, la sociedad toda. Uno de los peligros de ejercer el poder, es el de pensar más en los propios intereses que en el bien común.
El laico fiel avisa al político: ¡no caigas en la tentación de usar el cargo para “participar de la loca carrera de quien tiene más, en el menor tiempo posible, sin importar los medios”, un mal ¡muy conocido! El honesto mira el bien común, no su ombligo, el interés de su familia o de su partido.
¿Tiene algo que ver la Iglesia con la comunidad política? ¿cómo deben ser las relaciones Iglesia-Estado? ¿La Iglesia debe tener su propio partido?
Citando los beneficios de la democracia, la Iglesia defiende la ley moral natural. Dice que los fieles que “están llamados a rechazar, como algo perjudicial para la vida democrática, una concepción del pluralismo que refleje el relativismo moral” (n° 3).
Particularmente, la enseñanza apunta a la responsabilidad política de
los fieles para preservar la vida (no al aborto y eutanasia) defender la
familia… elementos básicos del bien común (n° 4).
La Iglesia no impone estructuras en las cuestiones
políticas o sociales. Sí intenta articular bases racionales, sabiendo de que no
hay libertad fuera de la verdad.
Dice Fe y razón: “O la verdad y la libertad van unidas o juntas perecen en la miseria” (n 90). Los laicos tienen la obligación moral en la política y en otras áreas de mantener la verdad y hacer avanzar la libertad, para la gloria de Dios y la salvación de las almas ¡Ta upéicha!
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