“Poder que gobierna o ejerce el mando, de hecho o de derecho. Potestad, facultad, legitimidad. Prestigio y crédito que se reconoce a una persona o institución por su legitimidad o por su calidad y competencia en alguna materia” (RAE).
Así, la palabra puede aplicarse a una forma de gobierno como a un individuo. El Senado tiene la potestad de hacer leyes, la Corte Suprema, de interpretar esas leyes, y el Presidente, la autoridad de hacer cumplir esas leyes.
Los que saben dicen: “Autoridad es la dirección o el control de la conducta de otros para apoyar metas colectivas. Así, la autoridad supone una obediencia informada y voluntaria (…) la autoridad es una forma especial de poder, para lograr orden y el bien común.
Sin obediencia, sin disciplina y sin autoridad, no habrá jamás verdadera educación. Por la obediencia, el niño realizará buenas acciones que le inculcan sus padres y educadores, porque todavía no descubre por sí mismo lo que es bueno, lo que le conviene.
Ya decía S. Núñez hace tiempo: “Se percibe, a medida que pasa el tiempo, aumento de tensiones, y en el ámbito político, la cuestión no es diferente. Peleas y acuerdos acusaciones y retracciones en el trajinar político son normales en momentos de dura crisis.
Pero, no hay que extrañarse demasiado, ni perder la cabeza. Por el contrario, horas oscuras y turbulentas como éstas exigen ánimo templado y coraje sostenido. Porque las cuestiones políticas…nunca llegan a esclarecerse a gusto de todos.
Dicen que la política es arquitectónica virtud: sabiduría, prudencia y mano firme que ordenan y conducen la acción de las libertades ciudadanas. No hay tarea de tanta excelencia para la razón como poner orden, justicia y paz en el seno de la convivencia humana.
Decimos todo
esto con el objeto de animar y encarecer al mismo tiempo la labor política de
estos meses difíciles que se vienen, evitando a toda costa el desaliento, la
ligereza y el atolondramiento insensato.
Para un pequeño país como el nuestro…no puede ser demasiado difícil encontrar una porción de hombres probos, de experiencia, sabiduría y robusto patriotismo, que puedan hacerse cargo de ordenar y conducir al pueblo por los caminos del cambio que deseamos.
Está claro que hay mucho yuyo que cortar, así como cascotes y escombros que remover, con machete, hacha y pico. Pero todo hay que hacerlo con prudencia y nobleza de ánimo, sin espíritu de venganza o soberbia. Todo hay que hacerlo con noble patriotismo”.
“Necesitamos ojos de vigía que en medio de la oscura noche sepa darnos la visión apropiada a esta fecha” (Habacuc 2,3) Por eso, miremos la conducta personal, familiar y profesional quienes nos piden votos para ser autoridad.
Porque,
en la gran fábrica política lo importante es la rentabilidad, la plusvalía, la
gestión hábil, al margen incluso, si llega el caso, de las exquisiteces morales,
dirá el amigo Carlos Díaz H.
Por
la autoridad, fundada en razones y en la coherencia entre lo que hace y lo que
dice, quien la ejerce es confiable, fuerte y seguro, al disponer acciones
válidas para guiar sus propias acciones hacia el bien común.
Theodore Roosevelt ex Presidente estadounidense, decía: “Un pueblo no puede llamarse a sí mismo completamente civilizado, mientras haga distingos entre el acto de robar una cartera y el de robar en un cargo público”. Por eso, seamos responsable al elegir a nuestra autoridad. ¡Upéicharamo, anike ja javy lo mita!
No hay comentarios:
Publicar un comentario